lunes, 2 de enero de 2012

TRES LIBROS A LA VEZ Y NO ESTOY LOCO








No tengo conciencia de haberlo hecho antes de ahora y me parece sabrosa y rica la experiencia de leer tres libros a la vez. Entiéndaseme. Quizá el azar o tal vez la idiosincrasia de cada de cada uno de ellos. Comencé por el libro de Andrea Gillies, Las amapolas del olvido, que compré rápidamente tras leer una reseña de Rosa Montero, del que decía: “Este ensayo es uno de los más formidables que jamás he leído, un viaje al espanto de la vida”, al espanto, en realidad, de los aquejados por el Alzheimer. Llevo leídas poco más de cien páginas y puedo asegurar que mi admirada Rosa Montero no exagera. Nancy, la protagonista de esta biografía-ensayo va perdiendo la memoria y con ella la personalidad, “solo somos nosotros mismos si tenemos recuerdos” que dijera el filósofo inglés Locke. Y tanta es la pérdida del control sobre la propia vida que los enfermos necesitan del cuidado de los otros las 24 horas del día, que hace que sea absolutamente necesario el cuidado del cuidador. Nancy es la suegra de la escritora Andrea Gillies, autora del libro y su cuidadora.

Formidable, realmente.

Por ello ha sido un acierto respirar otros aires más llevaderos, dejar que la lectura no sea tormenta de verano y nube de humo y nada mejor que la escritura fresca, libre, cercana y empática de Elvira Lindo sobre un paseo por Nueva York, al que nos lleva de la mano, sin quererlo, el título es significativo, Lugares que no quiero compartir con nadie, pero que termina compartiendo, ciudad en la que vive con su marido Antonio Muñoz Molina desde hace un tiempo, seis meses al año, alternando con otros seis en Madrid.

“Esta es la historia de mi recorrido personal, de mi paseo diario, de mi nueva vida a partir de los cuarenta. Este libro es una trampa a mí misma, dice la autora: hablo de lugares que no me gustaría compartir con nadie, porque forman parte de mi vida cotidiana; no es una guía turística, pero ya se sabe, igual que el chismo0rreo no puede evitar contra un secreto, el narrador cae siempre en el vicio de escribir lo que vive”.

No me resisto a citar una frase del libro, después de que Elvira Lindo acaba de despedir a uno de sus hijos que ha estado unos días en Nueva York con ellos:
“Al entrar en casa, Antonio respira la melancolía que traigo de la calle, y me dice, venga, vámonos, vámonos a cenar donde te apetezca”.

Una delicia de libro al estilo delicioso, entrañable e inteligente de Elvira Lindo. Qué gustazo sería poder compartir con la escritora esos lugares que ella frecuenta aunque, sin querer queriendo, diga que no quiere compartir con nadie.

Y el tercero, ya terminado, un libro tan luminoso como sombrío de relatos breves, (leeré algunos en los talleres de escritura creativa) Cuentos del desamparo de Tomás Val, gran escritor burgalés, que nos habla de muerte, soledad, desamparo y pérdida, porque muerte, soledad, desamparo y pérdida son los mimbres que van tejiendo los últimos estertores de un pueblecito de Castilla en pleno desmantelamiento y abandono.

El relato, titulado Enrique, es todo un paradigma y paradoja de quien se negara a salir del pueblo cuando se quedó solo y único habitante y, a medida de irse poblando de nuevo de gente desertora del asfalto, no soporta la resurrección del pueblo y llama con urgencia a sus hijos para que le lleven con ellos a la ciudad.

“Es verdad que la tierra parece un mar. El sol se estrella contra los rastrojos y levanta una calima temblorosa, una niebla a ras del suelo que vibra como agua dormida… Hay más esquinas que viejos, más calles que personas en el pueblo. El aire baja del monte, está ahí mismo, casi al alcance la mano. El sol lo acerca. Cuando hace mucho solo, el mundo se vuelve más chico, se encoge… Sigue la noche. De vez en cuando, breves e intensos fogonazos iluminan las paredes de adobe, las calles desiertas, las vigas descarnadas de los antiguos pajares. Pasan los camiones por la carretera sin saber que ahí mismo, al otro lado, duerme el mar”.

Hermoso y profundo.

12 comentarios:

ideas dijo...

Hace un tiempo intenté leer "las amapolas del olvido" después de leer un artículo sobre el libro. Más que una novela (que es lo que yo esperaba) es un ensayo, con muchos datos cientificos que acabaron abrumandome, y abandoné el libro...

Afortunadamente, no todos sois como yo...

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Pues qué pena, siento lo que te has perdido, yo estoy terminándolo y cada vez me gusta más, tiene algo de ensayo, y algunos párrafos se podrían saltar, el resto es biografía y se lee como una novela, y es impresionante. Voy subrayando montones de párrafos y frases por su gran interés y profundidad. No me importará releerlo pasado un tiempo.
Pero pasa a veces, y algún libro se te atraganta, aunque conviene resistir.
Gracias por estar ahí.

Anónimo dijo...

Te agradecemos las reseñas y comentarios de los libros que vas leyendo. He oído hablar del ensayo sobre el Alzeimer, pero yo no lo voy a leer de momento. Ya sabes que estoy levemente aquejada de desánimo.
Sí me interesan los otros dos. Si no me los traen los Reyes, me los pido en préstamo.
Bussa y buen año.

El pastor de... dijo...

Querida anónima: he tenido que buscar en el diccionario el significado de la palabra –horrible- desánimo, porque en este blog no se encuentra. ¿Qué es eso de desánimo? ¿No será que te remuerde la conciencia por no haberme enviado el escrito, sobre ovejas, prometido?

Ya sé que sobran motivos para el desánimo pero si, con lo que tenemos encima, además cunde el desánimo ¿qué conseguiremos?

Al jefe del blog solo decirle que frene un poco, que está bien, y es necesario, leer, pero de tres en tres…

Un abrazo y sobre todo ÁNIMO.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Una vez más, genial, mi querido y amigo pastor. Claro, claro, que no cunda el desánimo, porque sería lo peor de lo peor.
Ya verás cómo ese anónimo, amigo común, se anima y te costesta.
Un abrazo de los fuertes.

LAS OVEJAS (Dedicado al ilustre pastor de este blog) dijo...

Todavía me pregunto qué quiero ser de mayor. Es el síntoma de la juventud. La posibilidad de elegir camino. El dulce y libre vértigo de lo que está por venir. Tengo una amiga que lo tiene claro: quiere ser pastora.
Sueña con un rebaño de ovejas en la majada y las quiere ordeñar a todas a la caída del sol. Y es que donde esté la ubre plena y entera de una pánfila oveja, que se quite el desnatado "teteabrí".
Pero no ha contado todavía con la Comunidad Europea. Pues no se puede ser cualquier cosa. Antes hay que consultarlo a la UE, a las estadísticas del INEM y al área de Bienestar Social donde se quiera censar al aprisco. Por otra parte, no se puede ser pastora a lo tonto. Hay que reprimir algunas vocaciones, hija. Tienes que tener un título homologado y una especie de cartilla de racionamiento,donde la delegación del ministerio competente te pondrá la cantidad de leche que puede dar cada oveja al día. Sin pasarse un centilitro. Por supuesto a cada oveja hay que hacerle un seguro de enfermedad, pues ya sabemos que tales limitaciones lechales dan en mastitis.
Pero es un lástima reprimir las vocaciones. A mí me interesa que consiga la suya por dos razones. La primera, porque así escribiría ese ensayo sobre la poesía pastoril de Garcilaso que tengo pendiente.La bella poesía bucólica del Renacimiento. La magia del amor en su estado puro. El carpe diem. Salicio lamentando a Galatea, Nemoroso a su Elisa. Cordel de libertades. Y la segunda razón por la que me interesa tener una amiga pastora es porque quiero saber qué mecanismo de poder utilizan un pastor y su perro con un rebaño, para que todo él mire siempre en la misma dirección. Desde luego es un mecanismo simple, pero de asombrosos resultados. Un rebaño bienmandado, bobalicón, asintiendo al andar, cabizbajo. Como una sociedad contenta.
¿Qué sutileza tiene este mecanismo de mando? ¿Chantaje? No creo a las ovejas tan agudas como para percibirlo. ¿Temor? No se las ve muy asustadas. ¿Quién tiene el poder? ¿El perro o el pastor? Quizás vean una precisa armonía de mando entre ellos que las intimida.
¿O es que las ovejas, los carneros y los corderillos son por naturaleza así? Ésta debe de ser la respuesta. Que la familia ovina siente que no tiene nada que reivindicar. Y si no tiene nada que reivindicar puede ser por otras dos razones: o bien porque son conformistas y no pueden ver más allá de su majada, o porque tienen un concepto postmoderno del carpe diem, y tresnarices les importa si las ovejas o los cerdos de la majada de al lado pasan frío o hambre o qué.
Está bien ser pastora. Y también, tal vez, ser oveja. Me gusta la poesía bucólica y me enternece la estética de los corderillos cándidos y de las ovejas mansas, blancas, lanosas y límpias. Pero detesto esa mansedumbre de redil sin sentido. Ese balido unísono de fonética pobre. Esas cervicales gachas que sólo miran su hierba...Me carga su tintineo de monótono ritmo, de esquila trashumante que marcha al paso de un perro. Su obediencia sin más.
Por todo esto quiero que mi amiga consiga su rebaño. Para preguntarles qué les pasa. Qué piensan. Por qué no evolucionan. Si están mareadas de leer a Pedrojota, o están aburridas de verse siempre con esa pelliza rancia de lana cardada.
(Gloria Rivas. Otoño del año 1997)

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Ahí tienes, amigo pastor, la respuesta de nuestra amiga común, en un artículo, maravillosamente pertrechado, culto, lúcido, luminoso, cargado de finísimo humor y acerada y acertada crítica.
Pero te toca a ti responder, que yo solamente dejo el espacio en blanco y este humilde blog, como siempre, a vuestra disposición.
Un fuerte abrazo

El pastor de... dijo...

¡Bravo, bravo, bravo…! Y muchas gracias Gloria Rivas.

Yo hace rato que despejé mi duda sobre lo que quiero ser de mayor: quiero ser y seré pastor. Y volveré a cantar por Miguel de Molina, Jorge Sepúlveda, Angelillo, Luis Mariano, Juanito Valderrama… y un largo etc. Y volveré a llevar en mi alforja las mil mejores poesías de la lengua castellana. Y Volveré a enamorarme, y seré muy feliz persiguiendo a mi amor por el campo aunque sea en lontananza. Y me sentiré orgulloso cuando mis ovejas den mucha leche, porque ese es un síntoma de que entre ellas y yo existe armonía, y me reiré cuando los corderos se acerquen a mí y simulando que maman me hagan cosquillas… en fin, tantas y tantas cosas seré que no necesitaré el permiso de nada ni de nadie para serlo, porque de mis sueños solo yo soy propietario, por eso, aún después de tantos años, sigo sintiéndome orgulloso y volveré a ser y a presumir de lo que fui.

Y porque sería muy pesado, para quien no lo entienda, aquí lo dejo. Solo quiero enviarte una parte de lo que un, emocionado, pastor escribió hace unos años. En el, torpe, escrito verás que la mansedumbre de la oveja, y por ende del rebaño, tiene un límite y pasarlo puede ser peligroso.

“… Es la hora de encerrar el ganado cuando a otro mamón se le ocurre salir a ver lo que pasa por el mundo. Con el tiempo justo para el alumbramiento y la primera limpieza que la madre le hace al hijo, el pastor coge al bebé por las patas delanteras y enfila la cañada de Carramambres camino del corral.

La madre no se despega, lamiendo continuamente al hijo. Todo ocurrió unos metros antes de llegar a los bebederos; el Belmonte, perro fuerte y temido por el rebaño, quiso saber como olía el recién nacido y sin más se acercó a la criatura. La madre no pensó que aquel perro era la misma fiera de la que hubiera huido momentos antes sin más que el perro la hubiera mirado. A la madre el can podría matarla, pero a su hijo no habría nadie en el mundo capaz de hacerle daño.

Con su, semidesdentada, boca abierta, se lanzó a muerte contra la fiera. La oveja acometía pero la lucha era desigual. Fue un momento; el perro hizo presa en la parte alta de la cabeza de la oveja que seguía atacando y haciendo retroceder a aquella fiera que quería hacerle daño a su hijo. El pastor consiguió alejar al perro, y la madre, con la piel de su cabeza que le colgaba sobre los ojos, volvió junto a su hijo sin dejar de observar en la dirección por la que su enemigo desapareció”.

El pastor consiguió que aquella herida cicatrizara y la recién nacida llegó a ser una hermosa oveja de las que, entonces, daba un cuartillo de leche por ordeño.

Después de muchos años el pastor aún se emociona al relatar aquella lección de amor que un ser –aparentemente irracional- dejó escrita en la cañada de Carramambres, a la altura de la fuente de agua de salamandras, que decían era la mejor. ¿Por qué se emociona el pastor?

Camporredondo Octubre de 2007

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Y yo me he emocionado también, gracias a tu relato, amigo pastor.
Por ello, gracias.

Gloria Rivas dijo...

Las hembras son así de valientes si se trata de defender a sus prole.
Da igual que sean ovejas bienmandadas o lobitas montañesas.
Nos has contado una bonita historia de amor.
Y una cosa: ¿Por qué no te haces un facebook?

Francisco Casariego Pola dijo...

Las amapolas del Olvido, es un ensayo-autobiografia de alguien que encara, con mucha sinceridad, un desnudo integral de lo que resulta cuidar a tu suegra demenciada. No es un libro facil, acompañas a una escritora que casi enloquece en el intento y que despues de estudiar el tema en profundidad te regala algunas clases muy utiles para los que nos dedicamos a cuidar, enseñar ....
Recomiendo leerlo despacio ...

Francisco Casariego Pola dijo...

Las amapolas del Olvido, es un ensayo-autobiografia de alguien que encara, con mucha sinceridad, un desnudo integral de lo que resulta cuidar a tu suegra demenciada. No es un libro facil, acompañas a una escritora que casi enloquece en el intento y que despues de estudiar el tema en profundidad te regala algunas clases muy utiles para los que nos dedicamos a cuidar, enseñar ....
Recomiendo leerlo despacio ...