lunes, 21 de noviembre de 2011

UNA VIDA CUALQUIERA ES TODAS LAS DEMÁS

“Elegid una vida al azar y estudiadla.
Cualquier libro sería interminable
si hubiera de seguir todas las ondas, las huellas
de una vida cualquiera”.
Edgar Lee Masters


Siempre lo he creído: la vida más insignificante es tan rica en matices y en significado que cualquier libro que quisiera contarla sería interminable. Solo haría falta la pluma de un generoso y fino escritor que se detuviera en cada detalle y nos fuera regalando página tras página el despertar del niño como un río leve y juguetón entre cascadas, el largo proceso del ciclo vital y al final el caudaloso desenlace en el mar donde van todas las vidas.

Haz la prueba, elige una vida al azar, como indica el poeta y novelista estadounidense, y verás cómo se agranda la mirada al constatar los recovecos de la mente, el subconsciente, las miradas, todos y cada uno de los sentimientos y las emociones que caben en un suspiro, atisbos de una grandeza de espíritu y finura cuando se abre la puerta a la ternura ante la mirada atenta a un niño, a un moribundo o a un anciano que pide calor para unas manos que se van quedando cada vez más frías aun en los inviernos cálidos.

Lo han dicho algunos otros escritores que tras cada ser humano está latente una buena novela, sintonizando con el título de un artículo reciente “Una vida cualquiera es todas las demás” del poeta y novelista Benjamín Prado, quien nos aconseja leer a este poeta de Pennsylvania, porque efectivamente una vida encierra de alguna manera todas las demás, a no ser que alguien se vuelva excesivamente exquisito ¿enfermo de mente? haciendo alarde de la pureza de raza que le lleva a creerse muy por encima de los otros y las estrellas. Aunque si es así… allá él, pobre diablo, con sus paranoias.

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