domingo, 20 de febrero de 2011

ERES UN ÁGUILA, ABRE LAS ALAS Y VUELA


UNA HISTORIA EN CLAVE DE PARÁBOLA

Me han encargado una charla inaugural para el curso del Programa Interuniversitario de la Experiencia de la Universidad de Valladolid y no he encontrado mejor preámbulo que la siguiente historia:
Existe una historia a modo de parábola que dice que un granjero encontró un aguilucho y se lo llevó consigo a su corral y lo acopló junto a los pollos del gallinero. Fue creciendo y tanto se adaptó a ellos que terminó convirtiéndose en un pollo más de corral olvidándose de sus señas de identidad.
El águila se limitó a hacer lo que hacían todos los pollos y murió creyendo que era una simple gallina.

Ésta es una versión, pero existe otra que añade un complemento educativo y otro final feliz.

La que dice que pasó por allí un naturalista y al ver, sorprendido, al águila entre las gallinas, preguntó al granjero por qué un águila, el rey de todas las ves, tenía que estar allí encerrada.
• Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser pollo, nunca ha aprendido a volar - respondió el propietario-. Se conduce como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.
• Sin embargo- insistió el naturalista- tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.
El naturalista la tomó en sus brazos suavemente y le dijo: “Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela”.
El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole: “Eres un águila. Abre las alas y vuela”. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: “Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela”. El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo.
Y termina así la historia con esta reflexión: Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo porque era en verdad un águila y está llamada a serlo. Sólo hizo falta que un buen educador le mostrara su propio camino desde sus capacidades y potencialidades dándole ánimo a sacar lo mejor de todo lo que llevaba dentro.
“Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Eres un águila. Abre las alas y vuela”.

Y con estas mimbres ya podemos comenzar a confeccionar un digno cesto, espero, hablando de las claves estructurales, los principios ideológicos y metodológicos, las líneas de intervención y cómo un programa se ha convertido en un buen referente, sin perder el núcleo central: partir del alumno, creer en él y en su crecimiento único e intransferible, mostrarle los caminos que él puede y debe recorrer, mucho mundo a transformar y enseñarle a utilizar algunas herramientas útiles y necesarias para el viaje. Todo lo demás vendrá por añadidura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Toda la semana dándole vueltas a la parábola. Digo toda la semana porque el autor me la hizo llegar al correo hace unos días. Y le he dado vueltas y vueltas...
Al principio me pareció que tenía varias lecturas. Bueno, en realidad sigo pensando que tiene varias lecturas. Y me pareció trágico que muriera en el corral de los pollitos, pero traumático que se la obligara a volar y se la separara de donde estaba su humilde casa, sus sinceros afectos. (Y eso que yo "prefiero alas que lazos"...)
Me sigue pareciendo una parábola compleja, tanto en la versión primera como en la segunda. No sé qué pensaréis vosotros.
Seguiré reflexionando sobre ello.
Feliz semana y gracias a este blog por hacernos pensar.
Bussa, Gloria Rivas.

El pastor de... dijo...

Tanto miedo me dan los granjeros estúpidos, que son capaces de, por un puñado de pienso, privar al águila de su identidad, como de aquel otro granjero que cree que con un puñado de pienso espiritual, repartido, desde los grandes estrados, por sus pregoneros, convierte al ser humano primero en cordero y después en borrego, asegurándose, previamente, de haber dejado ciegos y mudos a todos los naturalistas.

Me quedo con la segunda parte de la "parábola" y envío un abrazo a todos los naturalistas.

Quizás sea esta otra forma de leer la "parábola". Pero, en todo caso, es mi forma, libre, de entenderla.

Para vosotros, naturalistas o no, un cordial abrazo.