viernes, 15 de enero de 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS

Leo, muy de vez en cuando, alguna novela, porque prefiero el ensayo y la poesía, y cuando escojo el género de ficción, prefiero novelas no excesivamente largas; por ello, cuando supe que uno de mis escritores preferidos iba a publicar una novela de casi mil páginas, me asusté, pero no podía rechazar lo que vislumbraba como una gran obra, estando seguro de que no me defraudaría. A los pocos días de estar en las librerías me hice con ella y aquí estoy saboreando la más alta de las literaturas. Un auténtico festín. Voy ya por la página 420, tendré que llegar a la 958, ahí es nada, pero tiempo al tiempo, porque a mí me gusta la lectura reposada, y combinaré con otras lecturas más livianas además del ordenador que cada vez te absorbe más tiempo, no sé si robar sería más preciso.

La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, en sus cien primeras páginas, ya me ha enganchado totalmente, por su párrafo largo, magistralmente construido, que tanto se agradece, por su riqueza expansiva, discurrir pausado y un cuidado exquisito con la sintaxis y la puntuación, el presente y el recuerdo permanente, la atmósfera que circunda a los personajes que conviven en armonía, reales e imaginarios: Moreno Villa, Ignacio Abel, Judith Biely, Negrín, Bergamín, Azaña… (todos de carne y hueso, al pasar al retrato de cuerpo entero de un escritor que terminará siendo clásico, si es que no lo es ya) actores de una época de preguerra civil y primeros días de la contienda salvaje, “guerra de pobres”, en boca del protagonista, que está ahí en nuestras raíces más someras.
Novela coral, que dirán los críticos, artesanal y minuciosa en el entramado, distante de la ola de puro y duro entretenimiento que nos invade. Esto es otra historia. Esto es, a mi gusto, y en mi opinión naturalmente, alta literatura.
Su mirada de experto en arte y amante y buen conocedor de la buena música, intelectual de izquierdas, aunque no adscrito a bandería alguna, por encima de bandos que encorsetan el cuerpo y el espíritu, como queda patente en la novela y como se refleja en sus colaboraciones periódicas en la prensa, nos deleita con páginas de un verdadero pintor tocado por la maestría del ritmo y la belleza plástica y nos hace reflexionar por la visión objetiva y profunda de los acontecimientos.
A medida de ir avanzando en su lectura (página 632) reposada, porque sería un gran error hacerlo como si fuera literatura de pasatiempo, la novela va adquiriendo mayor profundidad, si cabe, en el paisaje social, muy intenso, en los meses y días trágicos anteriores al estallido de la guerra civil, de dos bandos con el odio hasta los talones y la pasión estúpida hasta la muerte y la destrucción del otro y mayor dramatismo también en la relación amorosa de los protagonistas, Ignacio Abel y su amante secreta, Judith Biely, hilo conductor de todas sus páginas.
El paisaje social refleja la similitud de fondo de ambos bandos en muchos de sus ritos, símbolos, estandartes, ademanes huecos y toda una parafernalia que pasado el tiempo se nos antoja ridícula además de cruel: “Alguien quedaba muerto sobre los adoquines y empezaba a repetirse un poco más enardecida la liturgia colectiva de la muerte… Madrid, cuando caía la noche, era más oscuro y peligroso y más deshabitado que un bosque medieval y los seres humanos actuaban como chacales, como hordas primitivas armadas no de palos o hachas o piedras sino de fusiles”. “Revolución fantasmagórica, carnaval de los desfiles y de los asesinatos, la vileza fría y el heroísmo desperdiciado”. “Mi país no es ahora mismo nada más que un manicomio y un gran matadero”.

No sé por qué, pero me ha hecho recordar El Danubio, de Claudio Magris, que leí hace unos meses y me pareció magistral, tiene algo de novela, pero sobre todo es un libro de viaje de culto a través del río, y por eso tal vez me ha llevado La noche de los tiempos a recordar la obra de Magris, porque en ésta que leo y disfruto ahora hay un largo viaje, que parece inacabable, un río de recuerdos que se van entretejiendo con una mano sabia de artesano y enorme escritor, que teje y desteje cada recuerdo con la tensión y emoción detenidas para ir jugando con los sentimientos del lector que se deja llevar gustoso como en un barco de lujo por una literatura de alto voltaje. Voy terminado el libro y, a pesar de las casi mil páginas, no me importaría que se alargara mucho más.
… las últimas líneas dejan la puerta abierta a un futuro que siempre es incierto: “la veo de perfil, más nítida según va amaneciendo… , la respiración masculina a su lado, el viento en los árboles, la llamada de un pájaro, descubriendo con su atención insomne los primeros signos todavía inciertos del amanecer, la primera luz gris del primer día de su viaje, de un mañana inmediato que ella no vislumbra y yo no sé imaginar, su porvenir ignorado y perdido en la gran noche de los tiempos”.
Gran novela.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todavía no conozco "La noche de los tiempos" pero estoy seguro de que será otro gran éxito de Muñoz Molina. ¡Gran escritor!
El ordenador no roba el tiempo, el ordenador nos permite estar en contacto de vez en cuando que... ¡BUENA FALTA NOS HACE!

Un abrazo