domingo, 29 de noviembre de 2009

NO, SR. OBISPO, NO ES ESO

Con todos los respetos, pero en total discrepancia, decirle que no, Sr. Obispo, y lo que más lamento es que la mayoría de Vds. piense así. Dice Vd., Sr. Obispo de Burgos, que “el hombre se convertiría en una bestia si se dejara a un lado la religión”. A los hechos me remito, simplemente, para qué andarse por las ramas de extrañas elucubraciones. Y los hechos son elocuentes: los hechos son los hechos con su significado más hondo y desde la noche de los tiempos existen bestias con religión y sin ella, y unos y otros han cometido verdaderos atropellos, y grandísimas personas profundamente religiosas como grandes humanistas con una moral altísima apartados de la religión, o de su religión. Porque, quiéralo Sr. Obispo o no lo quiera ver, existe una conciencia individual y una moral universal fuera de la religión. No nos hagan comulgar una vez más con ruedas de molino. Desde el uso de la razón, la conciencia individual y abiertos a la moral y a la ética universales se puede no caer en la bestialidad, como Vd. predica y sí ser hombres y mujeres de una pieza, magníficas personas y hasta santos, laicos, eso sí, pero no menos santos. ¿No cree que sería bueno y saludable bajarse del púlpito y escuchar argumentos de gran valor, contemplar hechos y testimonios que contradicen con claridad meridiana lo que Vd. sostiene sin rubor, utilizando la inteligencia al servicio de la verdad y una mayor lucidez en línea directa con la tolerancia? ¿Le parece que acudamos para mayor luz y autoridad a hombres libres y con inteligencia preclara que se han manifestado al respeto con argumentos de valor, pensadores y hasta teólogos que piensan radicalmente de manera diferente a la suya?
Así el filósofo André Compte Sponville, ha escrito: “la fe es una creencia, la fidelidad es una adhesión, un compromiso y un reconocimiento. Aquélla concierne a lo imaginativo o a la gracia; ésta, a la memoria y a la voluntad. Cuando se ha perdido la fe, queda la fidelidad. Pero quienes carecen de fe, ¿por qué habrían de ser incapaces de percibir la grandeza humana de valores como la sinceridad, el valor, la generosidad, la dulzura, la compasión, la justicia, el amor, su importancia, su necesidad, su fragilidad, su urgencia y de respetarlos?”. Eso mismo digo yo, ¿por qué? ¿No sería bueno y hermoso que hicieran Vds. un esfuerzo de entendimiento, buena voluntad y mayor flexibilidad?
El escritor y filósofo, Salvador Pániker, con conocimiento de causa, ha escrito que “la vertebración moral de la sociedad ya no corre a cargo de ninguna iglesia y la Iglesia no tiene por qué tener el monopolio de la trascendencia”.
Igualmente Victoria Camps y Amelia Valcárcel, grandes filósofas actuales, en el estupendo libro “Hablemos de Dios” escriben que “el sujeto moral es un “nosotros” que comprende a la humanidad entera, y que es el que dictamina que ciertas cosas han de ser malas siempre, por definición: por ejemplo, el ensañamiento y la complacencia en el daño ajeno. No hace falta una luz divina para reconocerlo así”.
Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho, en un extraordinario y esclarecedor trabajo escribe: “Empieza a ser irritante el tono de superioridad moral con que muchos de los fieles de cualquier confesión o credo y las jerarquías religiosas que los propagan han dado en mirar a quienes adoptan ante la convivencia civil y la enseñanza una postura agnóstica y laica. Ahora insisten en ello las autoridades católicas, con Joseph Ratzinger a la cabeza y los obispos españoles haciendo de coro repetitivo de sus manidas orientaciones morales. Resulta asombroso contemplar cómo se ignora la evidencia de que una parte no menor de los grandes desastres morales de que hemos sido testigos durante años y años se ha producido en nombre de creencias religiosas o ha sido provocado y alentado por quienes decían obedecer tales convicciones”. Reivindica el profesor el pensamiento de Kant, el gran filósofo de la Ilustración, que nos han querido escamotear, quien proclamó:”La moral no necesita de la idea de otro ser por encima del hombre para conocer el deber propio ni de otro motivo impulsor que la ley misma para observarlo”. Y continúa el profesor Laporta defendiendo, a la luz del impulso ético ilustrado, la idea de la esencial igualdad moral de los seres humanos, al margen de sus convicciones religiosas, y que la religión no confiere su calidad moral a las personas, sino una condición anterior que no es lícito ignorar. Lo que le lleva a concluir: La moral de los laicos puede ser tan firme como cualquiera y tiende además a ser menos acomodaticia que la moral del creyente”.
Podría añadir citas y más citas, al mismo tiempo de teólogos católicos de renombre que Vd. mismo, Sr. Obispo, conocerá o debería conocer, aunque no esté de acuerdo con ellos, pero sí respetar y no condenar porque piensen de forma diferente a la suya.
Y para terminar, deje Vd. de insultar a miles de seres humanos que abiertamente son ateos, agnósticos o partidarios del laicismo que ni son bestias ni tienen por qué convertirse en bestias. Por favor.

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