lunes, 12 de octubre de 2009

NOS VAMOS

Cambiar de casa es como cambiar de piel. Tan hechos estábamos a lo espacios, rincones, cocina, baño, cuarto de estar, dormitorio que te levantarás los primeros días y tendrás que hacerte a la idea de que a la derecha no está el pasillo sino la pared, que enfrente no tienes el cuadro que te regalaron tus hermanas sino un espejo que te devuelve la cara de imbécil que se te pone o de despistado, pero a quien no tienes más remedio que enviarle una sonrisa.
Se fue el verano y como ya no tenemos que fichar hemos alargado la estancia en Viana, en donde se está maravillosamente bien, entre pinares, dando vueltas por el jardín, viendo crecer la hierba y las últimas flores de los geranios y las petunias, más pendientes del ritmo del sol, la luna y el aguacero que del asfalto, el tráfico de la calle y las ofertas de las tiendas restallando e invitando al consumo.
Pero en el cambio se halla escondida una belleza sin igual y un profundo sentido frente a la monotonía gris de la cotidianidad: otros aires, nuevos rostros… y gente con el trajín de la vida activa frente al excesivo silencio de los árboles y la soledad de dos en compañía.

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