jueves, 26 de marzo de 2009

SIGNOS DE PUNTUACIÓN QUE SIGNIFICAN TANTO



Desde hace mucho, no sé ni cómo ni cuándo, nació una idea en mis adentros que se fue afianzando y cobrando fuerza, casi exclusivamente orientada al punto y seguido, a la hora de concluir un discurso, una conferencia, una opinión, un libro… porque me parecía que, de tenerlo en cuenta, sería algo así como no considerar la independencia de juicio, autonomía, el juicio crítico y la personalidad adulta del oyente o del lector. Por lo que desde casi siempre he fomentado la idea de alargar los discursos, dar posibilidad, tiempo y espacio a que los otros te lleven la contraria o subrayen aquello que más les ha llamado la atención o celebren estar de acuerdo contigo en todos o en algunos aspectos de tu exposición o tus escritos.

El lenguaje gestual, como nos recuerda el escritor Luis Magrinya, ha incorporado, con un leve alzamiento de manos y rápida flexión de dos dedos, el signo de las comillas, y tanto el lenguaje escrito como el gestual, este signo nos sitúa, generalmente, en el mejor de los reconocimientos hacia aquellos que consideramos maestros o nos viene como anillo al dedo cuando lo usamos como argumento de autoridad. Por todo ello es por lo que se ha valorado desde siempre la cultura de la cita y digno de ser destacado por lo que conlleva de caballerosidad y honestidad. Es la huella de mis maestros y estela que sigo como reconocimiento y homenaje y contrapunto en otros casos que me permiten desde mi espíritu crítico opinar de manera diametralmente opuesta. “Leer, como dice Javier Cercas, citando una crónica de Jacinto Antón, sobre un libro de T. W. Ryback, sólo es leer de verdad cuando la lectura no confirma, sino que desmiente nuestras ideas, cuando nos convierte en otro, cuando no nos mete, sino que nos saca de nuestras casillas”.

Los espacios y más amplios de lo normal que permiten al lector levantar la cabeza como las aves cuando se ponen a ver a fin de poder respirar en su caso, y en el nuestro poder reposar, dejar pasar el viento del autor y pueda dar paso al nuestro desde la reflexión, la duda, el rechazo o el aplauso a los buenos argumentos y exquisita prosa.
Punto final es el deseado para quienes piensan que sólo ellos saben del tema en cuestión y dar paso al resto sería abrir la puerta a los ignorantes que sólo añadirían morralla y no merecería la pena. Aunque, también es verdad, que puede ser la solución perfecta de quienes no saben (o no sabemos) cómo terminar y se alargan y alargan en demasía sus elucubraciones sin añadir nada nuevo y ese punto final cuando aparece es recibido con alborozo y con un ¡ya era hora que llegara ese punto final tan esperado! Y un tercer punto de vista del punto final que se me ocurre cuando los de siempre te dan la tabarra tanto con discursos ya pasados de rosca, propios de siglos muy lejanos, manipulando la verdad o creyéndose en posesión de ella y te cansan tanto-tanto que ya les dices, punto final, hablemos de fútbol, de los toros o del sexo de las amapolas, pero no me obliguen a gastar más el tiempo en desgastar y malgastar mis argumentos. Lo siento, quédense con sus verdades, sus discursos y sus campañas.

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