lunes, 10 de noviembre de 2008

EL RESPETO ENTRE LOS MAYORES Y LOS JÓVENES


Por no ir al fondo de las cuestiones solemos quedarnos en la superficie de las cosas y al cabo de la calle, y cuando hablamos de personas en la pura epidermis y sólo captamos lo más banal y anecdótico, damos un carpetazo, soltamos el estereotipo más al uso y manido y creemos haber enjuiciado el asunto con el mayor de los aportes irrefutables. Les pasa a los mayores en relación con los jóvenes y a éstos cuando hacen juicios de valor sobre aquéllos. Unos y otros atienden en estos casos a lo meramente superficial, cuando lo justo y correcto debería encaminarnos a ir más al fondo y no caer tan bajo con retratos tan falsos y lejanos de lo real.
Decía el escritor Javier Marías en uno de sus magníficos artículos, publicados ahora en el libro “Aquella mitad de mi tiempo”: “Yo no sé qué ha ocurrido para que los viejos hayan pasado a ser tan frecuentemente un mero estorbo, una carga y una lacra. Las generaciones maduras de hoy son tan soberbias que creen poder prescindir de todo, hasta de su origen y también su destino, como si pensaran que ellas no van a ser seniles también muy pronto”. Es el defecto grave de nunca ponerse en la piel del otro y tratar de empatizar mínimamente con los de enfrente, en este caso, con las generaciones anteriores. Y sigue diciendo el escritor madrileño que cuando oye hablar a estas personas, algo que constatamos y podemos firmar todos, muchas de ellas tienen más energía, entusiasmo y frescura que los que hemos venido luego. Él lo dice de su padre y yo lo vengo diciendo del mío desde siempre. Refiriéndonos a los hombres, pero si nos fijamos en las mujeres exactamente igual: “El mundo está lleno de ancianas benévolas y muy listas en las que casi nadie se fija y a las que nos se hace caso”. Solamente hay que darse una vuelta por todas las Asociaciones de tipo cultural y social, los Centros Cívicos y Centros de Día y veremos en todo tipo de reuniones, actividades, talleres y aulas de educación permanente, cómo la inmensa mayoría de los participantes son mujeres, aunque paradójicamente a la hora de ocupar los puestos directivos estén copados por los hombres, cuando han demostrado ser mucho más activas, serias y comprometidas precisamente ellas.
Pero sucede tres cuartos de lo mismo, cuando de enjuiciar a la juventud se trata, y muchos mayores se olvidan de que ellos llegaron a cotas increíblemente más atrevidas en cuanto a salirse de madre se refiere, en costumbres, hábitos, acciones, salidas de tono y gamberradas que hoy no se soportarían. Pero se tira por la calle de en medio, olvidando que sus hijos y nietos pertenecen a ese colectivo contra el que se zahiere, enjuiciando y metiendo en el mismo saco a todos, y todos, está claro, no son drogadictos, malos estudiantes, irresponsables, irrespetuosos, calaveras, faltos de educación y valores, porque aun cuando algunos de estos valores no les digan nada e incluso estén en contra ellos tienen los suyos a buen recaudo.
Todo ello pasa por el respeto que nos debemos unos a otros en el sentido más profundo del término respeto, que no es otro que mirar con detenimiento, deferencia y consideración. Los jóvenes a los mayores y los mayores a los jóvenes. Y desde este ángulo ver, mirar y enjuiciar, lo que nos llevaría a acercarnos más a la verdad, la verdad de los otros, la verdad de lo real y no las puras apariencias y recrear nuestros juicios con excesiva miopía. ¡Un respeto, por favor!

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