miércoles, 21 de noviembre de 2007

¿Nos vamos civilizando?

Si atendemos a Freud, el primer ser humano que lanzó un insulto en vez de una piedra es el verdadero inventor de la civilización. Lo que me lleva inmediatamente a la famosa leyenda india, todo un tratado de civilización en la línea del sabio psiquiatra.

Dice así:

Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad. El jefe le escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que si le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa. Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando. Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre, medio molesto, pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca. Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo: "Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho". El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole: "Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tu mismo".

Ésta es la infinita sabiduría india y toda una espléndida pedagogía que siguiéndola nos hace más civilizados. No importa las pipas que haya que fumarse, porque habrá muchos que necesitarán más de tres y más de diez y quien dice de los individuos vale para los colectivos, porque en eso andamos todavía, ya que la muerte sigue y sigue y las guerras y las masacres y los insultos… esperando sin desaliento que la forma de relacionarnos sea el abrazo y la palabra amiga.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué parábola mas bella!.Esto sería necesario aprenderlo desde pequeños. En el colegio tendría
que haber un tiempo al aprendizaje de la reflexión, a pensar un ratito, a meditar unos segundos. Pero NO TENEMOS TIEMPO,y así nos luce:agresividad, estres, mal humor, ya no sonreímos.
Qué pena no pararmos a fumar la pipa de la reflexion.