De vez en cuando aparecen expresiones que hacen fortuna y adquieren una importancia capital ocupando todas las conversaciones y, en este caso, despedidas. Y así “cuídate” se ha adueñado del terreno de los adioses, vete con Dios, hasta luego, hasta la vista, que os vaya bien, que te vaya bonito, buen viaje, da recuerdos... Y yo le doy la bienvenida, me gusta, la uso mucho también, estoy muy a gusto utilizándola, me parece hermosa, como su contenido más profundo que habla de los cuidados, de la acogida y del afecto que el otro se debe a sí mismo, buen camino para sembrar de buen rollo el ambiente, tantas veces, como hoy, tan crispado. Que lleva incluido que se deje querer, que se deje cuidar, llamado y destinado, a la vez, a cuidar a los demás de la misma manera dando afecto, parte del tiempo, y compañía. Por eso, bienvenida la expresión “cuídate”, y alargarla en un “cuidaos” “cuídate... para cuidar” y “cuida a los otros”, comenzando por los más cercanos y de algún modo sentirse afortunado si en tu vida hay otros que te necesitan expresamente. Cuando iba a ver a mi hermana con un Alzheimer como un tsunami, que se la llevó al final después de haber destruido su mente y a toda ella, todos los domingos veía a uno de mis sobrinos media mañana del domingo, atendiéndola, mimándola, acariciándola, y aunque ella ya no sabía quién era quién, él sí sabía quién era ella y quién era él, cuidándola, siendo realmente un afortunado, no le veo desde entonces, pero me imagino que tendrá un vacío imposible de llenar que no tenía antes. ¿El milagro del que cuida y del de los cuidados? Seguro que sí.
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