domingo, 29 de noviembre de 2020

DE EXCESO EN EXCESO

Somos muchos, a pesar de una inmensa mayoría, los que casamos mal con los excesos. El último, el adiós al dios del fútbol, Diego Armando Maradona. Un genio con el balón y un ídolo de paja. Está claro: en tiempos de densas nieblas abundan los adoradores de dioses y de ídolos. Ocho páginas, ocho, dedicadas a él, en el periódico que leo desde su fundación. No lo entiendo. Y el velatorio: “Un error inmenso. La confusión dio paso al furor. Y el furor, a la violencia”, anota el cronista que lo vio. Me parece que somos muchos los que no lo entendemos, aunque tengamos en contra la televisión, la prensa y los millones de seguidores: su iglesia fiel.
Tampoco entendí las exequias de Evita Perón, en Argentina parece que se las gastan así, ni las colas infinitas ante el cadáver del dictador Francisco Franco, aquí nos las gastamos igualmente de la misma forma. Y muchos no lo entendimos.
Todo tiene su medida o debe tenerla: a los que nos gusta el buen vino disfrutamos con una copita o dos, hasta tres, en una comida suculenta, pero cómo entender tomar ocho o diez copas, seguidas, más las copas siguientes de licores fuertes, y a veces sin comer nada, lo que es, a todas luces, mucho peor. Pues no lo entendemos, se pongan como se pongan.
Nos parece bien, y lo entendemos, que se celebre con euforia y hasta cierta exaltación el triunfo de un equipo por el que se tiene puestas altas complacencias, pero quién entiende el grito pelado y largo hasta el delirio de ese mastodóntico goooooooooooo oooooooooooooool ............................. que le deja sin aliento al que lo pronuncia de forma estentórea y sin oídos a los pobres sufridores que tienen que aguantarlo. Un exceso por los cuatro costados.
Nos parece bien, y lo valoramos, el mundo de los símbolos, menos cuando alguien se los apropia y usa con exagerados alardes como arma arrojadiza. Pero plantificar por todo lo alto banderas kilométricas en plazas y calles, iluminadas, aprovechando que es Navidad, no se entiende, porque no se entiende la megalomanía ni el demostrar ante los demás quién la tiene más larga, lo que resulta ridículo y penoso hasta si se lo montan así los chimpancés.
Excesos, excesos, excesos, somos un país de excesos, y por lo que se ve, por todas partes, un mundo también de excentricidades y exageraciones desmedidas. Cómo se agradece la llegada de Joe Biden y los suyos, a la presidencia de los Estados Unidos, hartos de las zanganadas y todos los excesos juntos de un presidente en plena crisis de adolescencia, matón de todos los recreos, que como no sabe perder se mantiene en su poltrona sin la educación más elemental de aceptar la derrota, primero, y dar rápidamente la enhorabuena al ganador y ceder de buenas maneras el puesto, con todas las facilidades y una más, al que le ha ganado en buena lid, para el mejor gobierno del país, en segundo lugar. Joe Biden y Kamala Harris desde el primer día se han puesto a trabajar para afrontar estas cuatro prioridades: Combatir la pandemia, la recesión, el cambio climático y el racismo sistémico, con lo que preparan el gran giro a la política de Estados Unidos. ¡Qué gusto!
Y lamentándolo mucho, estas Navidades serán, no hay dios que lo entienda, y menos el de Belén, días de exceso, en la bebida, la comida, las compras, las luces... y sobre todo en concentraciones multitudinarias con la pandemia que está cayendo. Se le murió la abuela, pero se hartó a reírse, lo vimos hace unos días en la tele, y nadie lo podía entender. Pueden morirse tus padres, o tus hermanos, o la abuela de la residencia, pero a ti eso no te va, ni parece que te importa, y te mueres de la risa, contagiando a tus amigos que se mueren del mismo mal, de la risa. Ay, cuánto exceso en exceso, hasta de la risa a lo tonto.
https://youtu.be/vla1Pp1IB7E "Danza de las Horas ("La Gioconda")" de A. Ponchielli. No te pierdas algunos momentos bellísimos.


 

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