“Ahora he comprendido que llega la etapa de aprender a saber irse”, ha dicho David Trueba, al cumplir 50 ridículos años, sabiendo que se puede llegar con cierta facilidad a los 100. Por eso digo ridículos. Sigo de cerca a Trueba en todo lo que escribe y comparto, porque me gusta y le tengo en alta estima, aunque esta vez no puedo estar de acuerdo porque me rompe el discurso en el que estoy totalmente convencido desde hace muchos años y muy a gusto: Después de los 50 nada de irse, sino seguir haciendo lo de siempre y mejorándolo, porque ya lo he dicho: queda otra mitad, si no más, ahí es nada. Mi renacimiento a miles de cosas ha sucedido curiosamente a partir de los 50 de las que estoy, sin duda alguna, más satisfecho. Sí, y a partir de los 50, 60 y 80 y más. Y que me quiten lo bailado.
Porque en el caso de que nos hubiera llegado la hora de partir, de irse, sin ambages ni rodeos, que es lo que viene a significar ambages, ¿a dónde ir, sino a todos los sitios de este mundo mundial si pudiéramos, con el mismo derecho de un quinceañero? Ir y hacer, partir y estar volviendo siempre a los mismos sitios o a otros muy diferentes.
Porque yo creo que nos sigue llegando, a partir de los 50 y los 80, la etapa de ir y venir, de hacer lo que te viene en gana, de seguir produciendo lo que tu mente y tus manos son capaces de continuar elaborando, como ayer, como siempre, tal vez mejor, tal vez sin llegar a donde llegaste, porque después de ganar el Nobel ya no hay otro igual; la última en ganarlo, la surcoreana Han Kang, hace muy poco cumplió los 50 y llevados por la corriente de mi admirado David Trueba, ¿le decimos que ya está bien, que ha entrado en la etapa de irse, cuando puede escribir mucho más de lo que ha escrito y acaso mucho mejor?
No nos hagamos viejos antes de tiempo, por favor;
no arrojemos la toalla antes de haber llegado a la cima que nos sigue esperando con entusiasmo, para poderlo celebrar en cuanto la alcancemos;
no permitamos que nadie robe ni un solo año de producción gozosa, de alcanzar lo soñado, de vivir con gratas sorpresas ni lo que siquiera intuimos;
somos de este siglo quienes seguimos vivos, con los mismos derechos de los que acaban de nacer;
no somos del ayer, que también;
y dicho lo cual será bueno aprender a saber irse, a saber partir, a saber desaparecer de los sitios...;
pero ¿cuándo?, esa es la cuestión, por favor, no a los 50, ni siquiera a los 80 y más, en los que me incluyo, ya llegará el día, ya llegará la hora, pero que nadie tenga prisa, ni te diga qué bien te encuentro, no es de buen gusto marcharse antes de tiempo, dejar las cosas a medio hacer, que queda mucho solamente hilvanado, a medio cocer, un montón de cuadernos en blanco que me esperan anhelantes y no quieren estar vacíos, desnudos, pura nada, momentos de esplendor, instantes fugaces de felicidad, como nunca o como ayer mismo por la noche;
pero no, no, no, por favor, que nadie nos robe ni un solo instante bello, y digno de ser vivido, antes de la partida final, no tiene derecho, ni yo mismo, a robármelo...
https://youtu.be/jZfTtqUU4yk?si=Jn6pwwW97XbJWgJz Nara Noïan - La Chanson Des