miércoles, 25 de junio de 2025

DIOS NO NECESITA CASTIGARNOS

 



“Dios no necesita castigarnos. Simplemente nos otorga una larga vida para que nosotros mismos nos castiguemos”. Leah. Tomado de la fantástica novela “La Biblia envenenada” de Bárbara Kingsolver. Además de escritora, activista a favor del medio ambiente y de los derechos humanos.
Leo y se me encienden muchas luces. ¿Por qué habría de castigarnos? Como tampoco castigo alguno para los primeros padres, Adán y Eva, arrojándolos fuera del paraíso aquel, cuando sabemos que los primeros padres, los pobres, se hallaban subidos a los árboles hace más de un millón de años. Fue el autor del Génesis que se inventó esa historia que no venía a cuento, aun cuando él creyera en ese cuento que nos contó. Enseguida ese mismo Dios se arrepintió de haber creado al hombre por irse por los derroteros de la carne en Sodoma y Gomorra. Fue el mismo autor que entendía que Dios era de la misma imagen y semejanza que su corto pensar.
Y uno que es incrédulo-crédulo o creyente-descreído crítico, piensa que nos lo han puesto difícil, como difícil-imposible de entender eso del misterio de la Santísima Trinidad ¿Cómo puede haber un Dios que manda a su hijo al sacrificio de la muerte en Cruz para redimir al género humano al que tanto amaba? ¿Y cómo puede ser capaz de crear un infierno para enviar de por vida, esto es, eternamente, por haber cometido algún pecado de tres al cuarto? Menos mal que los últimos Papas parece que ya no creen en el infierno. Y puestos, uno que ya es un poco descreído, se pregunta: ¿Y con el cielo, hacemos lo mismo? Y no digamos la preferencia a su pueblo elegido por encima de todos los demás... Y más y más y más. Sí, ¡qué difícil nos lo han puesto! “¡Y el hombre / no soporta más que por instantes la plenitud divina. / Después, la vida no es sino soñar con ellos”, Friedrich Holderlin
Pero dejo constancia y convencimiento de que muchas páginas de la Biblia, son parte de un grandioso libro.
Sigo leyendo: “No me imagino a un Dios colérico y a un Jesús benévolo e imparcial viviendo en la misma casa”.
Adah, la hermana gemela, de Leah, es castigada en el colegio de rodillas una hora con granos de arroz bajo las mismas, para que rezara por su alma, y descubre con sorpresa que ya no creía en Dios. No me extraña, algunos niños pierden la fe muy pronto, sin esperar a mayores. Aunque lo de perder es un decir clásico, porque pudiera suceder que es una ganancia.
La estructura de la novela es original y muy interesante. Las narradoras son la madre y las cuatro hijas que conforman la familia con un esposo y padre pastor protestante que vive un tanto alejado de la familia porque bastante, según él, tiene con dedicarse a la salvación de las almas y predicar los versículos de la Biblia que arroja con frecuencia como armas arrojadizas sobre las cabezas de los fieles y de sus propias hijas. Su hija mayor será categórica: “Vino muy valiente, pensando que salvaría a los niños, ¿y qué hizo él, sino perder a los suyos?”. Desde luego, un impresentable.
Insisto, una gran novela, y como en todo gran libro, a pesar de sus 675 páginas, uno quisiera que se alargara más y más y estar más tiempo con esos personajes tan estupendamente dibujados, que como en una gran sinfonía destacan con sus cinco voces llenas de armonía y profundidad.
https://youtu.be/rWSqo9gFF5o?si=F3PuzQWLW3jcVeQt António Zambujo, Mon Laferte - Madera De Deriva

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