miércoles, 16 de octubre de 2024

¡BIENVENIDOS LOS INMIGRANTES!

 


¡Bendita inmigración!, exclamó Fernando Vallespín, en un magistral artículo, que me llevó al instante, siguiendo su estela y magisterio, a decir con toda mi fuerza y convencimiento: ¡Bienvenidos los inmigrantes! Todo ello frente a esa ola inhumana y miope de muchos países de Europa, incluido España. Digo bien para mis mejores adentros, inhumana, porque doy más fuerza a tener derecho a ser parte de cualquier parte de este mundo que a dar un portazo a quien huye de la guerra o la miseria y el deber de dar la mano y la posibilidad de rehacer sus vidas en otra tierra que no deja de ser de todos antes que de uno mismo. Y miope porque está meridianamente claro que los necesitamos como mano de obra joven en países envejecidos y cuidadores de personas mayores y jóvenes dependientes, y porque nosotros, en similares circunstancias, haríamos, hicimos, lo mismo.
Frente al olvido de que nosotros también fuimos emigrantes y frente a cómo se ha mercadeado con la vida de los jóvenes, algunos niños, en las Islas Canarias, dejados de la mano de Dios, el grito de “¡Bendita inmigración”, y de bienvenidos los inmigrantes, es lo mínimo que se puede lanzar a los aires por humanidad elemental, por justicia y esperanza de un mundo menos perverso y algo más sano. El brillante y magnífico periodista y escritor Guillermo Altares, de casta le viene al galgo, terminaba así un espléndido artículo sobre la emigración: “Atacar la emigración, convertirla en un problema central de Europa, es despreciarnos a nosotros mismos, es negar lo que somos, es ir contra nuestra historia más profunda”.
No lo olvides, por favor, intento no olvidarlo: Atacar la inmigración... es despreciarnos a nosotros mismos, es negar lo que somos, es ir contra nuestra historia más profunda, es no dar un vaso de agua al que muere de sed, es dar un portazo en el rostro a quien te pide: un por favor, es fomentar la ceguera, porque los necesitamos en el fondo y ayudándolos nos estamos salvando, es luchar contra las malditas fronteras, es meter en nuestro cerebro la idea civilizada y humanista de que lo humano no nos es ajeno y que el otro, sea de donde sea, es ciudadano de este mundo, igual que tú: Conciudadano.
Y una última cita muy valiosa del gran Edgar Morin.
“¿No podríamos pensar en una forma de articular todas las patrias, familiares, regionales, nacionales, continentales, para integrarlas en la gran patria terrestre?”. Por ello debería haber llegado la hora de eliminar las fronteras que nos dividen tanto, y nos separan sin fundamento, a la gran familia que conformamos la humanidad. Ojalá, más pronto que tarde, nos demos cuenta de que los necesitamos, y no solo como mano de obra barata y para que nos cuiden, limpien y paseen. Es mucho más. Y aunque los aires de gran parte de Europa y Donald Trump en cabeza, lamentablemente, vayan en otra dirección, yo sostengo mi pancarta: ¡Bienvenidos los inmigrantes!
https://youtu.be/E1JZC6dJcX4?si=dA69WV7h0Ok3x_SL Rafael Amor - No me llames extranjero (1977)
https://youtu.be/R-gjAB_wCTo?si=SYbhTX8mxoU3lMG_ Marina Rossell canta Moustaki: 11: El Metec (amb Paco Ibáñez)

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