domingo, 5 de mayo de 2024

LAS LECCIONES DE LA NATURALEZA

 


Todo un ejemplo, sí, de geografía, biología, meteorología... y de vida. En la vida y en todo lo demás, si no tocamos fondo vamos de cráneo, no subimos, no avanzamos, no progresamos, nos quedamos huérfanos, estériles sin hacer nada de provecho.
Tocar fondo, oscurecer un poco, adentrarnos, callarnos, hermanarnos con el silencio... ¡es tan fecundo! Y a esperar. Juan Ramón Jiménez lo dejó dicho de forma inigualable en el soneto “Octubre” al contemplar las labores del arado cuando abría el haza oscura y el labrador echaba la semilla en la entraña de la tierra. Termina así con los dos tercetos: “Pensé arrancarme el corazón, y echarlo / pleno de su sentir alto y profundo / al ancho surco del terruño tierno, / a ver si con partirlo y con sembrarlo, / la primavera le mostraba al mundo / el árbol puro del amor eterno”. Sucede cuando se toca fondo.
Esperar a echar raíces, porque si el suelo es el apropiado, bien trabajado, abonado, mullido y húmedo, es seguro que crece con fuerza hacia abajo buscando el mejor sustento.
Salir de la sala de confort, se usa mucho en la actualidad esta expresión, y si no la gastamos a lo tonto hasta que se convierta en lugar común, no deja de ser expresiva y bella. Lo diré una vez más, es necesario y urgente cortar el cordón umbilical cuanto antes, para salir del mejor de los mundos posibles, en el vientre de la madre, porque llega el momento en que no hay más remedio que salir al cabo de la calle, al aire puro y frío, al mundo áspero y humano, sensible y trágico, no tenemos otro y es nuestro mundo por el que transitar, navegar y luchar por que no se deshaga. Fuera de la sala de confort hay riesgo y aventura, dolor y muchos momentos de inmensa felicidad, aunque sean instantes pasajeros, que cuando son intensos se quedan para siempre en el recinto portentoso de la memoria.
Vencer las adversidades que, a veces, no son tales, o viene todo mezclado, lo malo, lo regular y lo bueno. Llueve, y tú, desde el mundo señorito de lo urbano dices que hace malo, y mi padre, o el tuyo, que labraba el campo, decía que era el día más hermoso del año, porque veía cómo apuntaban los trigos, crecía la alfalfa, los viñedos lograban que los racimos reventaran de uva y las mulas y los caballos retozaban dejándose alegremente mojar.
Florecer, el final feliz, florecer y dar fruto, ya puedes extasiarte ante los almendros en flor o los cerezos, los trigales bailando alegres a su ritmo bien marcado por el viento y lo que darán de sí las viñas cuando las bodegas se impacientan. En clase de los talleres de escritura, con frecuencia, no se muestra mucho contento cuando se intuye difícil la tarea, no acaban de salir a pedir de boca las primeras palabras ni el párrafo bien erguido y amueblado, pero cuando devuelvo los escritos, corregidos y valorados en su punto y forma, lo que llamamos “La Cosecha”, la autoestima se sube felizmente por las paredes de la mente y por la piel con mucho regusto y gran contento por dentro y por fuera, saboreando los frutos de cada cual y del colectivo y las sabias lecciones que nos damos unos a otros. Una gozada, les digo, y nos lo creemos y lo sentimos.
https://youtu.be/OTWVEu6diGw?si=80RHyZtq7SGm7VVD La Petite Fille De La Mer ( Vangelis ) No te pierdas el vídeo completo, dura solo 6 minutos. Una preciosidad. ¡Hay que ver lo que puede cambiar todo con una simple mirada amable y pizpireta!

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