Nunca, o casi, llegó la palabra tan bajo. Las imágenes lo cantan. Siguen hablando lo dicho y hablan a grito pelado.
En la primera, el rostro de la Señora retiene lo dicho con energía y coraje, aún le queda la bravura de casta de una mujer valiente: “Yo no puedo dejar entrar en mi Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes, y a quienes despliegan una lona y tiran una papepelra la bandera LGTBI. Mi promesa y mi tierra no son moneda de cambio de nada”. Bravo, así se habla, dije yo en mis adentros. Y la creí.
Y en la segunda, todo cambió en solo diez días, que tiene bemoles la cosa, donde dije cielo, digo mierda, y se vino a caer el primer discurso por los fondos de las cloacas: “Mi palabra no es tan importante como el futuro de los extremeños”. Sí, Srª. Guardiola, para qué andarnos con rodeos y pamplinas, el honor y la palabra por los suelos más bajos de la historia. Todo por la Patria. “Llegó el Comandante / y mandó a parar”. Y se hizo el silencio, avergonzado de tanta palabra arrojada a los suelos. Aquí la Señora con una mano cariñosa en el hombro y diciendo: Amigos, para siempre, y a mandar, que la palabra no importa. Ay. Decía mi abuela que por decencia, únicamente quedaría, en estos casos, solo un camino: Irse a casa.
Fotografías: Jero Morales https://youtu.be/DnJYrDkHDAw Lito Vitale │La tarara
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