miércoles, 12 de noviembre de 2014

TALLER DE ESCRITURA EN “LA QUERIDA”


Crónica apresurada

Entrar en La Querida es entrar en un mundo de sorpresas, por los duendes que merodean la casa y la magia de sus anfitriones: Isabel Castaño y Raúl Vacas, Isabel y Raúl, tanto-monta, aunque esta vez: anímale, me decía Isabel, a que esto lo repita, es la primera vez que hace aquí un taller, y le animé, vaya si le animé, pero en honor a la verdad sin dejar de decir que la sombra de Isabel es muy alargada. (Perdona, Isabel Castaño, si me he ido de la lengua)
Porque nos embrujó, cautivó, nos abrió largos y amplios caminos, más bien avenidas para seguir haciendo caminos, coordinando talleres, construyendo, si no avenidas, humildes senderos que conducen a lo desconocido y siempre asombroso hasta lograr que se encienda en los participantes la llama poética, que hay en todos, esperando esa mano de Bécquer que sabe arrancar las más bellas notas del instrumento musical que nos habita.
Porque nos trajimos las alforjas llenas, qué digo alforjas, algunos de los baúles del desván de donde saca Raúl sus palabras sugerentess y tanto es así que iremos dando cuenta en nuestros respectivos talleres de tanto material tan precioso como aprovechable y útil. Debo decirlo de nuevo: Isabel y Raúl son unos maestros a los que seguir y de quienes aprender. Con ellos descubrimos, compartimos, disfrutamos y hasta saboreamos la comida espléndida de esa cocinera impagable que es Carmen, gracias.
Porque sabéis, como pocos, abrir caminos, criticar sin herir, valorar y apreciar la leve llama que aflora en cada uno de los asistentes que intentan, quizá no más, y ya es bastante, ser alumnos aventajados en este arte nada fácil de la poesía y la prosa bien hilvanada.
Punto y aparte es la ambientación de toda la casa, La Querida, que tiene ya de suyo su estilo propio, pero esta vez, todos y cada uno de los rincones, todas y cada una de las estancias, respiraban buena literatura y poesía muy selecta de forma que fueras donde fueras te topabas con párrafos y versos que caldeaban el ambiente, tonificaban la mente y te multiplicaban las ideas para hacer y continuar creando a tu aire y a tu antojo.
“Para descubrir este hogar debemos liberar nuestro sentidos. Dejémosles que vuelen libremente”, escribe Isabel Castaño en la presentación del programa-plan de acción y así fuimos entrando en la casa y sus cosas: “Las cosas duermen, / sueñan pequeños sueños / y despiertan. / A veces incluso les da por hablar, / y es un idioma que parece un zumbido / o un pestañeo”, como escribe Mª José Ferrada en El lenguaje de las cosas, uno de los múltiples libros que por allí pululaban; pasando del cuarto de estar a la cocina y de allí al cuarto de la chimenea: “Si la cocina es el corazón de la casa, el cuarto de la chimenea es el cerebro”; del dormitorio al desván, en donde habitan la memoria y el olvido, ay, “la infancia perdida, entre las telarañas y el polvo y las manzanas puestas a secar”; y del poema de Silvia Ungidos y de la mano de Raúl navegamos camino de la infancia de cada cual: “ El desván infantil donde sestea el tiempo / antiguo y polvoriento de todos los veranos... / Baúl adolescente que abrimos una tarde / fascinados, con miedo, silenciosos, solemnes / tomados de la mano, / compartiendo los besos de una infancia borrosa / que de pronto nos deja y se aleja y se pierde”; sin olvidar el baño: “el órgano purificador y regenerador de la casa, el lugar más íntimo y a salvo de la mirada ajena”; y nos miramos al espejo, sin saber, aunque nos hemos mirado tanto, que tendremos que escribir nuestra mirada interior tras contemplar nuestros espejos particulares.
Y más y más y más, pero lo dejo aquí porque sería interminable pasar revista a tanto de todo y tanto bueno durante siete horas intensas, gozosas, mágicas.
Gracias, amigos de La Querida, y gracias estupendas compañeras y amigas del taller. Besos y abrazos cordiales DE ANDAR POR CASA.

Estamos todos, menos la fotógrafa, Gloria Rivas

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