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Cuando empiezas a leer un libro y enseguida te apetece
coger el boli para subrayar algunas frases y párrafos enteros, y si además
desearías que no se terminara tan pronto, es señal de que estás ante algo
profundamente sólido y no precisamente como lo que se anuncia y denuncia en él,
que todo lo que era sólido se ha venido abajo o se está viniendo con excesiva
rapidez “disolviéndose en el aire”.
Consta el libro de 104 breves capítulos, cada uno de los
cuales, tiene buena tela que cortar, porque ofrece reflexiones de altura tras
una lectura de la realidad, de la prensa de la época de la burbuja y esta
crisis que nos asfixia y de la propia observación de un hombre curioso por
naturaleza, todo ello escrito como sabe hacerlo su autor, Antonio Muñoz Molina,
con una de las prosas actuales de mayor reconocimiento.
Comienza el autor con una cita de Joseph Conrad: “Es
extraordinario cómo pasamos por la vida con los ojos entrecerrados, los oídos
entorpecidos, los pensamientos aletargados”, incluyéndose él mismo en esa
reflexión del escritor inglés de origen polaco y culpabilizándose “porque cuando la barbarie triunfa no es
gracias a la fuerza de los bárbaros sino a la capitulación de los civilizados”,
y era tanto el desaguisado que se estaba cometiendo en pueblos, ciudades, en la
inmensa mayoría de la costa que “no había espacio para argumentar que otra
forma de progreso era posible”, concluyendo de forma taxativa y dolorosa: “la
riqueza que se logró destruyendo para construir ya se ha terminado, y los daños
son irreparables”. Por eso creo que el bueno de Javier Marías, bueno de
buen escritor, al menos, se ha precipitado, creo yo, saliendo al quite
de no haber estado finos y más bien distraídos, puesto que han sido muchos los
que han criticado en cada momento la situación brutal a la que unos y otros nos
estaban llevando y sí que han estado, incluido él, a la altura de las
circunstancias.
No así ha reaccionado el bueno de Joaquín Estefanía, bueno
de tener un ojo clínico en todo lo relativo a la economía y políticas
económicas, al menos, quien le ha dedicado al libro, en cuestión, una reseña en
profundidad que inicia con este párrafo: “Existe mucha enjundia en este ensayo,
bastante más de la que suele haber en los temas breves... un libro que anima a
pensar en cada una de sus páginas”, y llama entre otras cosas al autor de
”intelectual comprometido y un observador febril de la realidad”.
Antonio Muñoz Molina se duele abiertamente de que hayamos
perdido en estos últimos treinta años aspectos fundamentales, aquellas cosas
que de verdad hacen mejor la vida: el derecho a la educación y a la sanidad
pública, el imperio de la ley, la garantía de seguir disponiendo de una vida
decente en la vejez..., y en cada uno de los capítulos nos ofrece un espejo de
la realidad en donde nos vemos con nuestras posibles miserias y con lo que han
hecho de nosotros muchos de los responsables que deberían habernos gobernado de
otra manera más justa, inteligente, democrática y honesta.
Y da pistas para transitar este momentos con una militancia
activa desde una mayor vigilancia, levantando la voz, denunciando toda
degradación de la vida cívica aunque
ello nos convierta en aguafiestas, expresión muy repetida por el autor, y defender
la democracia con una “lealtad apasionada para no perderla y con una serena
rebelión cívica”.
“Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros” de Luis Cernuda, nos
recuerda Muñoz Molina, verso tan querido para él, como obligación cívica.
Me parece que este libro es un extraordinario espejo tanto
de la categoría literaria como humana de su autor. Y no es que lo diga yo, que
admito mi gran debilidad y admiración, sino por su indiscutible curriculum,
como la admiración de miles de lectores en todo el mundo y valoración de los
mejores críticos.
“Un libro para el debate, para la reflexión crítica y
actuar cada uno en el ámbito preciso de la vida civil... y después de tantas
alucinaciones, quizás sólo ahora hemos llegado o deberíamos haber llegado a la
edad de la razón”, final del ensayo. Un libro valiente, sincero, luminoso,
crudo reflejo de los tiempos de delirio de grandeza que hemos vivido y que yo
estaba esperando de este inmenso escritor
y lúcido humanista.
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