viernes, 12 de abril de 2013

TODO LO QUE ERA SÓLIDO, de A. Muñoz Molina




Cuando empiezas a leer un libro y enseguida te apetece coger el boli para subrayar algunas frases y párrafos enteros, y si además desearías que no se terminara tan pronto, es señal de que estás ante algo profundamente sólido y no precisamente como lo que se anuncia y denuncia en él, que todo lo que era sólido se ha venido abajo o se está viniendo con excesiva rapidez  “disolviéndose en el aire”.
Consta el libro de 104 breves capítulos, cada uno de los cuales, tiene buena tela que cortar, porque ofrece reflexiones de altura tras una lectura de la realidad, de la prensa de la época de la burbuja y esta crisis que nos asfixia y de la propia observación de un hombre curioso por naturaleza, todo ello escrito como sabe hacerlo su autor, Antonio Muñoz Molina, con una de las prosas actuales de mayor reconocimiento.
Comienza el autor con una cita de Joseph Conrad: “Es extraordinario cómo pasamos por la vida con los ojos entrecerrados, los oídos entorpecidos, los pensamientos aletargados”, incluyéndose él mismo en esa reflexión del escritor inglés de origen polaco y culpabilizándose  “porque cuando la barbarie triunfa no es gracias a la fuerza de los bárbaros sino a la capitulación de los civilizados”, y era tanto el desaguisado que se estaba cometiendo en pueblos, ciudades, en la inmensa mayoría de la costa que “no había espacio para argumentar que otra forma de progreso era posible”, concluyendo de forma taxativa y dolorosa: “la riqueza que se logró destruyendo para construir ya se ha terminado, y los daños son irreparables”. Por eso creo que el bueno de Javier Marías,  bueno de  buen escritor, al menos, se ha precipitado, creo yo, saliendo al quite de no haber estado finos y más bien distraídos, puesto que han sido muchos los que han criticado en cada momento la situación brutal a la que unos y otros nos estaban llevando y sí que han estado, incluido él, a la altura de las circunstancias.
No así ha reaccionado el bueno de Joaquín Estefanía, bueno de tener un ojo clínico en todo lo relativo a la economía y políticas económicas, al menos, quien le ha dedicado al libro, en cuestión, una reseña en profundidad que inicia con este párrafo: “Existe mucha enjundia en este ensayo, bastante más de la que suele haber en los temas breves... un libro que anima a pensar en cada una de sus páginas”, y llama entre otras cosas al autor de ”intelectual comprometido y un observador febril de la realidad”.
Antonio Muñoz Molina se duele abiertamente de que hayamos perdido en estos últimos treinta años aspectos fundamentales, aquellas cosas que de verdad hacen mejor la vida: el derecho a la educación y a la sanidad pública, el imperio de la ley, la garantía de seguir disponiendo de una vida decente en la vejez..., y en cada uno de los capítulos nos ofrece un espejo de la realidad en donde nos vemos con nuestras posibles miserias y con lo que han hecho de nosotros muchos de los responsables que deberían habernos gobernado de otra manera más justa, inteligente, democrática y honesta.
Y da pistas para transitar este momentos con una militancia activa desde una mayor vigilancia, levantando la voz, denunciando toda degradación de la vida cívica  aunque ello nos convierta en aguafiestas, expresión muy repetida por el autor, y defender la democracia con una “lealtad apasionada para no perderla y con una serena rebelión cívica”.
“Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros” de Luis Cernuda, nos recuerda Muñoz Molina, verso tan querido para él, como obligación cívica.
Me parece que este libro es un extraordinario espejo tanto de la categoría literaria como humana de su autor. Y no es que lo diga yo, que admito mi gran debilidad y admiración, sino por su indiscutible curriculum, como la admiración de miles de lectores en todo el mundo y valoración de los mejores críticos.
“Un libro para el debate, para la reflexión crítica y actuar cada uno en el ámbito preciso de la vida civil... y después de tantas alucinaciones, quizás sólo ahora hemos llegado o deberíamos haber llegado a la edad de la razón”, final del ensayo. Un libro valiente, sincero, luminoso, crudo reflejo de los tiempos de delirio de grandeza que hemos vivido y que yo estaba esperando de este inmenso escritor  y lúcido humanista.

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