lunes, 4 de junio de 2012

VENTANAS Y PUERTAS DE URUEÑA


 


VENTANA 46 

 

 

El hombre que echó a rodar una bola de nieve

 

Leímos, en el taller de escritura creativa, el relato novelesco del escritor francés, Jean Giono, El hombre que plantaba árboles, la historia de un  pastor imaginario que se dedicó durante 30 años a plantar árboles en una extensa zona de la Provenza y convirtió en una tierra llena de vida y de verdor lo que antes era un erial desolado, y quisimos bajo su sombra o bajo su luz, mejor, escribir relatos paralelos en donde se hablara asimismo de un hombre, una pasión y un espacio nuevo creado por el hombre. Yo escribí lo siguiente:

 

Todo cuanto de importante ha sucedido, es difícil, acaso imposible, que no haya sido producto de un sueño, una pasión y todo un cúmulo de ideas que van y vienen, pensamientos que se detienen y se quedan madurando y proyectos que van saliendo a la luz que quieren ser realidad algún día y espacio nuevo.

 

Tuvo éxito de joven subido a los escenarios con la guitarra y la zamfona, preferentemente, y otros muchos instrumentos de la tradición, pero tímido, no sé si misántropo, aunque afable, ratón de biblioteca y buscador de coplas, romances y todo tipo de canciones tradicionales de aquí y de allá, decidió abandonar los aplausos del público para enterrarse en un pueblo lejano, diminuto y solo en las alturas, en la frontera misma de Los Montes de Torozos y la Tierra de Campos.

 

Plantó su museo  etnográfico en una hermosa y robusta casona y, como el grano de trigo, germinó en aquellas tierras. A los pocos años la cosecha fue tan feraz que el bueno de Joaquín Díaz se llevó las manos a la cabeza, porque su sueño hecho de silencios en las cumbres, trabajo concienzudo, contacto con los hombres viejos de las viejas tradiciones y los libros de los estudiosos en el tema de aquí y más allá de las fronteras,  en calidad de investigador ejemplar, se había convertido en un  tremendo guirigay de coches y autobuses de turistas para ver, mirar y contemplar las vistas mejores del ancho mar de campos; con once librerías, once; el centro del libro de la Diputación Provincial; el museo de instrumentos musicales de Eduardo Delgado; la casona de Amancio Prada al lado de la increíble ermita románica, la Anunciada, única en su género en estas tierras; los tres o cuatro mesones y restaurantes; los talleres de alfarería, bordados, encajes y caligrafía, la puesta en escena de buenos conciertos de música a lo largo del año, amén de jornadas y actos culturales de todo tipo, pelaje y buen hacer de unos y de otros.

 

Y así el hombre que echó a rodar una insignificante bola de nieve, hace 25 años,  sin quererlo ni pretenderlo, ha visto, asombrado, cómo esa bola se ha hecho gigante y, Urueña, un pueblo que estaría hoy entre los municipios a punto de ser abandonados, es, por encima de todo, gracias a ese hombre, un lugar obligado para cuantos investigadores nacionales y extranjeros desean acercarse al mundo de la cultura tradicional.

 

5 comentarios:

El pastor de... dijo...

He conocido soñadores, muy apasionados, que quisieron echar (y echaron) a rodar la bola de nieve pero, otros se empeñaron en subir la temperatura para que la bola no siguiera creciendo. Mí felicitación a Joaquín Díaz por su maravillosa obra. Yo creo que el mundo necesita, posiblemente hoy más que nunca, soñadores. Aunque a veces los despiertos, los… vivos o vivales, acaben con los sueños.

Un abrazo y amenazo, aunque sea a destiempo, con volver.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Vuelve, pastor, siempre lo haces a tiempo, pero si alguna vez fuera a destiempo serías igualmente bienvenido.
Un abrazo

Gloria Rivas dijo...

Hazte un facebook pastor.

Gloria Rivas dijo...

Pues sí, la humanidad se compone de eso, de soñadores que echan a rodar bolas de nieve y de avivafuegos que las intentan reducir. Pero ahí estamos los que empujamos la bola, verdad??
Buen día.

El pastor de... dijo...

Dije que volvería y aquí estoy. Pero también dije que sería a destiempo, por eso os invito a volver al anterior número.