sábado, 8 de octubre de 2011

MINUTOS DE GLORIA, TORMENTAS DE VERANO

Parece como si hombres y mujeres, pueblos, ciudades e instituciones, etc. etc. necesitáramos, como el aire y el pan de cada mediodía, instantes de gloria, sabiendo que son eso, minutos que se extinguen como fuegos de artificio y tormentas de verano, a pesar de lo cual damos la vida casi entera y todos los entusiasmos juntos por ese “Reina por un día”. Pero afortunadamente no son más que fuegos artificiales, ráfagas fugaces, reinas con corona de papel de plata por un instante, porque de lo contrario, ay, no se soportaría.

Paso revista a alguno de ellos, aunque podrían alargarse hasta el infinito:

- La boda de la Duquesa de Alba a la que el topicazo como un castillo dice que “se pone el mundo por montera” y quien lo dice se queda inmensamente feliz de la ocurrencia tan graciosa y genial. Pero afortunadamente para la salud mental del país el aquelarre duró una mañana con alguna secuela al día siguiente en los medios y algunas semanas en la prensa del corazón, porque ya me diréis la importancia del evento. “Qué país, Miquelarena”. Y, ah: el pueblo sevillano, tan inteligente, o el pueblo español, sin ir más lejos, pero de comparsa ante tanto desparpajo de rumbas y sevillanas no se pregunta ¿cómo esta mujer y sus ascendientes hicieron una fortuna tan desmesurada y deja ya de reír sus gracias? A pesar de todo les deseo a la pareja toda la felicidad, que la mirada crítica no quita lo cortés.

- La Romería del Rocío con ese entusiasmo tan fuera de su sitio que se les sale por los poros de la piel de tanto alcohol y piedad febril y tanto caballo muerto por las cunetas que no resiste ese peregrinaje de muerte, menos mal que dura unos días al año. Días de polvo, sudor, fe de un día y fuegos de artificio.

- La Semana Santa, también en el Sur, en tierras del corazón de Castilla y algunos otros lugares dispersos por la piel de toro de nuestra España del alma, con tanto congojo, tanta fe de carbonero, tanta saeta ensangrentada, que uno ha llegado a pensar que si Jesús de Nazaret levantara la cabeza no solo no estaría de acuerdo sino que se volvería rápidamente a su cielo, porque casi estoy seguro de que esto no le agradaría. Llevé hace dos años a mis cuñados, católicos y fervientes practicantes, a ver la procesión del Viernes Santo de Valladolid que querían conocer, y cuando no había pasado una hora, manifestando aburrimiento y cansancio, me dijeron: Si todo lo que viene es parecido, vámonos. De los treinta y dos pasos solo habían pasado seis o siete. Y nos fuimos, no sé si con el mismo fervor, a otra parte. La Semana Santa, si no flor de un día, flor de una semana que viene a ser lo mismo, porque la fe es otra cosa, ni flor de un día ni espectáculo de calle, silencio, saeta y ruido.

- Los hijos de familias económicamente débiles también necesitan minutos de gloria, pero tiran la casa por la ventana y quedan hipotecadas para un montón de años, pero ¡hay que ver cómo iba la novia, o qué guapetón iba nuestro hijo, si parecía un pincel! Minutos de gloria, reinas y príncipes por un día.

- La visita de Benedicto XVI, en agosto, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, además de un gran error, coincido con el parecer de muchos teólogos y cristianos de base, momento de gloria, principalmente para el Papa; las monjas, adolescentes y jóvenes eran la excusa, que además de pasárselo “superguay” por ver de cerca al pontífice (papolatría se llama eso y así lo han calificado los teólogos de la Asociación Juan XXIII) no fue sino una tormenta de verano. Los signos de los tiempos tan queridos por el papa Juan XXIII, precisamente, van por otros derroteros, más acordes con el espíritu del Evangelio y no por una manifestación de poder. Instantes de gloria, tormentas de verano.

- Las tamborradas de San Sebastián y de Calanda con el ruido suficiente para despertar a los habitantes de otros planetas, por mucha tradición que lleven a sus espaldas, y no digamos la tomatina de Buñol, más bien una inmensa tomatada, menos más que son un día y les debe compensar tanto ruido y tanto jolgorio. Ruido, mucho ruido, tomate, demasiado tomate, arrojado al cuerpo de los otros, ¿con mucho sentido, significado y tradición, sin sentido alguno y apenas gracia? Y no me digáis que hay que ser de allí para vivirlo y disfrutarlo y que el resto no lo entiende, no lo vive, y por ello no es capaz de disfrutarlo.

- ¿El Toro de la Vega de Tordesillas, en donde tengo amigos muy queridos que son amantes de la fiesta, aunque no fanáticos, por qué se sigue matando? ¿No sería el mismo espectáculo, casi-casi exactamente el mismo, sin el final atroz, y al terminar la carrera por el pueblo, el puente y el pinar se le dejara ir vivo a los corrales para seguir pastando por el monte libre y a sus anchas como buen toro bravo? A no ser que se me diga que no es lo mismo porque se necesita la tortura, la sangre a borbotones, el morbo, la agonía lenta tras muchas lanzadas y la muerte en presencia de caballos, caballistas y valientes de a pie con lanzas en las manos. Ah, y cincuenta mil personas, durante dos o tres horas a pleno sol, para ver pasar por espacio de unos segundos, unos segundos nada más, al toro de la mala suerte. Instantes fugaces de fiesta, de bien poca gloria y de espectáculo efímero y, con el peso, como débil argumento, de que es la tradición la que manda, porque con el mismo argumento de la tradición es la que manda habría que seguir defendiendo y practicando la pena de muerte y tantas y tantas aberraciones, salvajadas y barbaridades de aquí y de allá. Y ya te vale, si es que no te vale el raciocinio.

Ya digo: Instantes de gloria y, afortunadamente, tormentas de verano.

6 comentarios:

Gloria Rivas Muriel dijo...

Y para seguir la tradición, un rechazo absoluto a todo tipo de novatadas absurdas, como la de los chicos que tuvieron su momento de gloria rociando con detergente los ojos de sus compañeros de estudios en Santiago. Mientras unos vivieron su "momento de gloria" a los otros y a sus familiares les queda la tormenta de otoño. Muy bueno tu artículo, Ángel. Estupenda reflexión.

El pastor de... dijo...

En mi pueblo diríamos, Ángel, que no has dejado títere con cabeza. Pero sí, creo que aún queda mucho títere, aunque dudo que con cabeza.

Parece que las, heredadas, fortunas nos importa poco como fueron conseguidas.

Para justificar lo injustificable recurrimos a la tradición que, por cierto, hubo un tiempo en que por tradición se soltaban leones aunque hubiera, y precisamente porque había, personas dentro del circo. ¿Deberían de continuar aquellas “fiestas” por aquello de la tradición? Tradición era que en el llamado ruedo murieran algunos caballos para animar la fiesta durante la lidia. ¿Por qué les colocamos el peto, sin respetar la tradición?

Si a las manifestaciones religiosas les quitáramos el puente especial o la semana de vacaciones extra que nos supone, ¿de verdad seríamos tan creyentes?

Si nadie nos mirase tras la ventana, o no tuviéramos a quién mostrar las fotos, ¿seguirían los faustos acontecimientos que se celebran?

Efectivamente; como muy bien dices, afortunadamente son “tormentas de verano”. Pero la gente de campo sabemos que las tormentas de verano, a veces, muchas veces, dejan tras de sí estelas de miseria difíciles de olvidar.

En cuanto a la fe; ¿qué fe, la de Astete que es creer lo que no vimos porque Dios lo ha revelado? ¿No sería mejor aquella otra que mueve montañas, sin esperar a que Dios las mueva por nosotros?

Un abrazo

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Me estáis obligando a tener que pensar en un premio como máximos seguidores y enriquecedores de mis entradas, sin olvidar a quienes os acercaís periódicamente, aunque no dejéis ninguna huella, pero mi olfato me dice que estáis ahí.
Gracias una vez más, Gloria,por añadir a mi lista esa siniestra y aberrante tradición de las novatadas sin gracia, sin gusto y harto salvajes, pero sí, también necesitan sus protagonistas esos momentos de gloria, mal gusto y gamberrada de la peor estofa.
Y gracias, mi querido Pastor, por tu sabroso comentario, como siempre, y recordarme, se me olvidó, que algunas tormentas de verano, como éstas que me hemos apuntado dejan estelas de miseria difíciles de olvidar, como no olvidarán esos jóvenes a los que las últimas novatadas han dañado gravemente sus ojos.
Un abrazo

Gloria Rivas Muriel dijo...

Una encuesta a los visitantes de este blog.
¿Qué os parece que Ángel tenga facebook para ubicar en él lo que ofrece aquí?
Votaciones: Yo voto SÍ

Feliz finde amigos. Me voy al campo a escuchar su silencio y a ver pasear a las hormigas por sus autovías de dirección única.

Óscar dijo...

Estimado Ángel, como bien dice El Pastor, no has dejado títere con cabeza, y con la lucidez y brillantez habitual. Permíteme sin embargo que te recomiende una visita a la Tamborrada de San Sebastián. Pocas fiestas populares he visto con tal participación y presencia real y activa de los ciudadanos. Y precisamente lo bueno, en este caso, es su fugacidad, en su justa medida, ni abotarga, ni atontona. 24 horas exactas de fiesta, pero con todas las letras, con gusto, sin chabacanadas, sin fanatismos, sin cultos, sin idolatrías. Buen ambiente, buen comer, buen beber, y gente amable, abierta y hospitalaria, la donostiarra. Y no es necesario el chubasquero para protegerse de la caspa ajena. Y aunque uno ya no es muy amigo de los tumultos, la izada de la bandera en la Plaza de la Constitución, con la marcha de Sarriegui, que pone fin a la fiesta, aún siendo ajeno y como mero espectador, te pone un poquito los pelos de punta. Un saludo.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Gracias Óscar: Elimino lo dicho de la Tamborrada,solo la conocía de oídas, por un CD que me regalaron unos amigos de allí y me pareció demasiado tamborrada. Me gustaría verla y oírla in situ, porque te creo y todo lo que dices me gustaría vivirlo. Y volver a San Sebastián siempre merece la pena,porque es una de las ciudades más hermosas.