domingo, 21 de agosto de 2011

POR QUÉ EL AMOR NOS HACE LA GUERRA


Está siendo un buen verano de lecturas varias y sustanciosas. Comencé con el ensayo: Ética de la hospitalidad, de Daniel Innerarity, del que he leído muy buenos artículos en EL PAÍS y no me ha defraudado, no solo eso sino que volveré pronto a releerlo; Elogio de la imperfección, de mi admirada Rita Levi, del que hice aquí una reseña recientemente; El error de Descartes, del investigador en neurofisiología, Antonio Damasio; para pasar a la poesía y la novela, de Margaret Atwood, El cuento de la criada, extraña novela, futurista, aunque no tanto, porque desde el futuro hace con fina ironía una crítica del presente, con momentos de altura, porque de altura o profundidad es la literatura de esta mujer de 72 años, llamada al Nobel; Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa, de la que me encantó Confesiones de una abuela y esta historia no tanto, porque podía haber tenido mucha más enjundia; la última novela, Caligrafía de sueños, del novelista Juan Marsé y, aunque no sea de las mejores suyas, a mi gusto, está escrita, como él escribe, como uno de los grandes, si no el más, en la actualidad; y un libro de poemas de Olvido García Valdés, Y todos estábamos vivos, Premio Nacional de Poesía 2006, que no me ha tocado gran cosa ni en el territorio de la mente ni de las emociones, a diferencia de otros poemas suyos.

Hoy he ido a la biblioteca de Viana de Cega, en donde vivo durante estos meses de dulce verano, de la que nos hemos hecho socios Isabel y yo, y me he traído una novela ligera y otra de peso, la ligera de Albert Espinosa, Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven; la de peso, la última de Umberto Eco, El cementerio de Praga. He comenzado con la ligera que me parece que se lee en dos tardes, uno que es lento leyendo, mientras yo leo un libro mi mujer se ventila cuatro, he comenzado por la más ligerita, pero me he parado en esta frase que tiene su miga y de lo que he estado tentado en escribir algún artículo más de una vez:

“Nos dijisteis que hiciéramos el amor… y no la guerra. Os hicimos caso, ¿por qué entonces el amor nos hace la guerra”.

Si miras a tu alrededor, yo ya lo he hecho, verás cómo hay gente que lo lleva bien, decentemente bien, modestamente regular, rematadamente mal y hasta podríamos convenir y hacernos esta pregunta: ¿Por qué el amor nos hace la guerra? Curiosamente, hace unos días, leía a Margaret Atwood: “Nadie muere por falta de sexo. Es por falta de amor por lo que morimos”. Pues así, aunque necesitemos tanto para vivir el amor, este se nos escapa, ay, con excesiva frecuencia, convirtiendo lo que había nacido para la mejor de las convivencias y la más entrañable y rica experiencia en un triste paraje desértico, amorfo y de siniestra indiferencia y aburrimiento. Lo decía hace días el fino escritor y analista de la sociedad actual, Vicente Verdú: “Hay matrimonios felices y matrimonios desgraciados, pero los que más abundan son los que no son ni felices ni desgraciados”, llegando a la triste y trágica conclusión de que se vive atado a una pareja a la que no se quiere matar pero tampoco se muere de amor por ella. Y puesto, no me resisto a una tercera cita: se trata de unos estupendos versos, que vienen como anillo al dedo, de José Antonio Gabriel y Galán, poeta y novelista extremeño (no confundir con José María Gabriel y Galán): “A punto estuvimos de morir de amor, pero murió el amor / y nosotros vivimos”. Ya dije hace unos días, aquí mismo, que hay vida más allá de cualquier actividad, pues eso: y más allá del amor también, aunque nos pese y pesa.

¿Cómo lo veis?, porque no quiero alargar más este artículo ya que daría para seguir y seguir analizando y sacando no pocas conclusiones al respecto.

Quede en el aire el título de tanto gancho de la novela de Albert Espinosa : Si tú me dices ven, lo dejo todo…, pero dime ven, y que, después de haberla leído, me parece flojita, muy del estilo de los libros de autoayuda.

Y algunas preguntas como:

De la pasión inicial ¿cómo se ha llegado al aburrimiento más estéril y a una especie de anestesia mortal en muchas parejas?

¿Cómo se lo monta ese querido amigo, tras cuarenta años de matrimonio, para decir convencido que la mejor lotería de su vida ha sido la de casarse con su mujer y seguir enamorados como el primer día aunque de manera distinta?

¿Qué pasa en la actualidad para cansarse en multitud de casos antes de haber comenzado prácticamente a convivir?

5 comentarios:

Gloria Rivas dijo...

Bueno, bueno, cuánta sustancia en este artículo. Por una parte literatura y por otra amor. Tema constante, además, en la literatura y las otras artes. Ya recuerdo, el otro día no, que el libro de Umberto Eco, del que hablabas, es "el cementerio de Praga". Ya nos contarás. Y ya tomo nota de las recomendaciones.
Del amor, pues ¿qué quieres que te diga que no sepa toelmundo?
Que no tenemos capacidad, hormonas, física, química ni fuerzas para mantener las mariposas en el estómago, dale que te pego a sus alas, durante no sé cuantísimos años, viendo entrar por la puerta al mism@, diciendo y haciendo las mismas cosas de siempre. Porque las mariposas se hartan. Pero el "sistema", esta palabra que me encuentro hasta en la sopa y que ya me carga, el "sistema", digo, está ya estructurado así, y de la misma manera que estructura la economía y los códigos de conducta social, organiza y amordaza los códigos de conducta amorosa... y a ver quien se los salta! Surgiría ese conflicto del que hablamos el otro día. La libertad del sentimiento amoroso no está contemplada en el sistema. Por otra parte, y si me apuras, te lo puedes saltar una vez...dos, pero si vivimos 80 años y cada ocho años dicen que estamos dispuestos a enamorarnos de nuevo...¿quién es el guap@ que se lo salta 10 veces??? Ah y un premio a tu amigo por su esfuerzo. Él es la excepción que confirma la regla. Bussa bussa, Gloria Rivas.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Gracias Gloria, no esperaba menos de tu lucidez y de tu enorme inteligencia pragmática. Es verdad, la inmensa mayoría no tiene, no tenemos, capacidad... para mantener las mariposas en el estómago, dale que dale a sus alas. Y hay que resistir, porque es verdad, las alternativas, probablemente sean mucho peores, y tal como se ha alargado la vida, difícil para mantener el tipo en pareja para toda la vida, pero superdifícil para tener que cambiar ¿cada año, cada diez años..., seis, diez veces?
Y sí, un premio para los que saben mantener el tipo y el amor, que su luz nos abra caminos y su testimonio nos de alas para seguir manteniendo las mariposas en el estómago.
Gracias y bussa, bussa

Anónimo dijo...

Cuando la llama encuentra el tronco recio de la vieja encina, el fuego y el calor están asegurados, me atrevería a decir para siempre.

Comprendo que es fácil dejarse seducir por la espectacularidad de los fuegos de artificio que nos elevan… nos elevan… pero que cuando explosionan vuelven a tierra hechos añicos.

Buscad debajo de la capa gris, aparentemente inactiva, que con el tiempo se va formando sobre el fuego de la encina, y veréis que siempre queda el rescoldo que con una leve brisa se aviva proporcionándonos un calor que no abrasa, pero que impide que los carámbanos de hielo que, cuando llega el frío invierno, cuelgan de los tejados en muchos edificios, entren al interior del hogar.

Y no Gloria, no, ni creo que el amigo de Ángel sea la excepción que confirma la regla, ni tampoco creo que le cueste ningún esfuerzo mantener viva la llama que prendió hace más de 50 años. Lo que ocurre es que los fuegos de artificio son más ruidosos.

Muy ilustrativo lo de las mariposas en el estómago… por eso los que somos de campo sabemos que la vida de las mariposas es muy efímera.

Y aunque no sea en mi idioma materno...Bussa, bussa.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Gracias mi querido anónimo por tu entrañable comentario, por tu altura de miras y el valor poético de tu prosa.
Pues eso bussa, bussa, y en nuestro idioma materno un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

A ver, anónimo del campo bucólico-pastoril, ¿de qué amor estamos hablando? . Porque precisamente el amor que yo lamento es ése. El platónico, el que "explosiona aunque vuelva a la tierra hecho añicos", el que aletea con ruido, aunque sea efímero... porque los rescoldos sólo mantienen "temperatura ambiente".
Y como se dice en árabe: bussa bussa, o sea muchos muchos besos para ti.
Gloria Rivas.