domingo, 26 de junio de 2011

CRÓNICA DE UNA TARDE ESPLÉNDIDA




Estuve ayer en CAMPORREDONDO y aún sigo impresionado por la hospitalidad de un matrimonio sorprendente: Gaudencio Busto y Maribel Busto, y que, si fuéramos la mitad de creativos y comprometidos con el medio, nuestros pueblos y ciudades serían un modelo a copiar por aquí y un poco más allá, y no exagero. Lograron construir, parejo a la casa donde viven un hermoso edificio para albergar los cientos y cientos de enseres del ayer de los distintos oficios rurales, y tras más de veinte años recogiendo, limpiando y sacando brillo, consiguieron abrir el museo para uso y disfrute de quien quisiera asomarse a ese mundo que va desapareciendo y a las dos años escasos de funcionamiento, y muy bien, por dificultades engorrosas e inexplicables, con la Administración, tuvieron que dar el cerrojazo hace ya 8 años, hasta hoy, que está convertido en almacén y museo ya solo apto para ratas despistadas.

Gaudencio y Maribel, dos personajes para admirar y aprender valores como la ilusión, el esfuerzo, el trabajo bien hecho, la pasión por el mundo rural. Gaudencio fue pastor de los 14 a los 18, su mejor época con diferencia del resto su vida, suele decir absolutamente convencido, y se considera todavía hoy pastor con inmenso orgullo de haberlo sido y defensor a ultranza del medio ambiente y todo cuanto le rodea.

Pero no contentos con ello (poner en marcha un Museo ejemplar por el orden, la selección, la catalogación y el mimo en cada detalle), cuando la vida les comenzó a regalar nietos, sin pensarlo un instante se pusieron a diseñar y construir un espectacular patio infantil con toboganes, cama elástica, pozos, fuentes y piscina. Todo ello en la plaza del pueblo, en la casa heredada de los padres, para recreo y esparcimiento lógicamente de los nietos y naturalmente de los niños del pueblo.

Personas que son capaces de esto y más, deben de llevar en la sangre algunas señas de identidad, sin lugar a dudas, de excelencia.

A Gaudencio, le llaman el filósofo y lo es, pero por encima de todo es un puro activista, buen escritor, maneja el ordenador a la perfección y lleva clavado a su silla de ruedas más de veinte años, y gracias a Maribel, un encanto de mujer, su alma gemela, sus brazos y sus piernas y la entrega total a su marido y sus cosas. Están en plena remodelación y ampliación de la casa, que me fue enseñando orgullosa hasta el tercer piso, en un ascensor recién estrenado, para poder llegar a lo que será el estudio de Gaude, para los amigos, con unos amplios ventanales desde donde se divisan unas vistas espléndidas del paisaje de Camporredondo.

Fui para regalarle mi último libro y porque desde hace más de un año es fiel seguidor de mi blog y comentarista afilado y afinadísimo y me vine a casa entusiasmado y enriquecido.

Gaudencio y Maribel, gracias por las dos cervezas que me bebí a vuestra salud, por vuestra hospitalidad, vuestro compromiso y sensibilidad con la vida, todo un ejemplo a seguir en unos pueblos tan necesarios de la presencia activa de personas así, un placer.

1 comentario:

Gaude dijo...

Gracias amigo Ángel por la tarde espléndida que nos regalaste. Pero no, tus loas no son merecidas, ni pueden ser imparciales porque vienen de un amigo.
Te encantó lo que pudo haber sido un museo. Nos alegra que lo comprendieras, allí hay, disfrutadas, muchas horas con los nuestros, que también son los tuyos. Dicen que es más fácil querer lo que se hace que hacer lo que se quiere, pues en esta ocasión ambas frases son válidas: Maribel y yo hacíamos lo que queríamos y amábamos lo que hacíamos.
No sé si llegaste a escuchar los rezos que al calor de la llama, al pie de la chimenea abierta, ante la imagen de escayola la madre imploraba porque al vaso de leche para su hijo tenía que añadirle un poco de agua para calmar su hambre. O aquel grito que otros, generalmente apoltronados, llamaban blasfemia, porque los animales de tiro no podían arrastrar el arado y la cosecha sería mísera para las necesidades de la familia. O habrás visto al padre, sí, está allí, el padre que con su azadón quería arrancar un trozo de pan entre el hielo y la nieve para sus hijos que...¡Dios, que hambre tenían! pero que no fue posible, teniendo que ir de puerta en puerta suplicando un mendrugo...en fin, no quiero seguir, pero eso está en lo que pudo ser un museo aunque haya quien no lo ve. Nuestro museo no tiene ningún valor material; o es un sentimiento, o no es nada.
Si hubieras preguntado, en el pueblo te habrían dicho lo que yo te digo ahora: aquello fue posible porque el amor de una mujer hizo que fuera posible.
Hace 55 años Maribel y yo iniciamos un camino, juntos, y hoy su amor creo que es más fuerte que entonces. Yo no sé si el mío es igual, porque no sé si es más lo que la quiero o lo que la necesito.
Perdón por la extensión

Un abrazo.