domingo, 22 de agosto de 2010

ALZHEIMER - tierra incógnita


CUANDO LA POESÍA ES HONDA TRASCENDENCIA
Nunca estuve muy de acuerdo con aquello de que vale más una imagen que cien palabras y, preferentemente, más cerca del vale más una palabra que mil imágenes, y ahora, al leer de primeras este poema de José Emilio Pacheco, el último premio Cervantes, debo decir que vale más un buen poema que diez mil discursos, doce mil artículos y catorce mil ensayos sobre el tema. Y no exagero. Se titula Tierra incógnita y dice así:

Dice dadá, se hace pipí, suelta pupú,
Teme al guaguá y odia al miau.
Y sin cesar hay que cambiarle pañales.



Y no me digas que no choca y que, en tiempos de rapidez y estrés al por mayor, lancemos el primer exabrupto, aun sabiendo que está por medio un inmenso poeta, y nos preguntemos de qué va este hombre y hacia dónde nos quiere llevar. ¿Alguna nana mal rimada y sensiblera?
Pero la segunda estrofa que parece ir por el mismo derrotero –parece- ya nos pone en guardia y ganas de seguir adelante, porque apunta lejos.

Tomo el babero.
Le limpio una vez más su boquita.
Espejo de qué enigma sus pobres ojos.
Cuánto dolor del mundo en el inocente
Que por fortuna no se da cuenta de nada…
O eso creemos, al vernos,
Igual que él, de repente, un día,
Nadie está a salvo.


Ese espejo de qué enigma sus pobres ojos y cuánto dolor del mundo no es normal para una nana y para cantarle a la luna un fandango. Sin haberlo dicho ya nos percatamos de que se trata de un anciano o similar, que no se da cuenta de nada, o eso creemos, porque en segundos de lucidez se entera de todo y del calor y del valor infinito de una caricia. Y ¡ojo!, grita el poeta con una especie de susurro y aviso para navegantes: nadie está a salvo. Ni tú, ni yo, ni nadie, porque es como una espada de Damocles que está ahí a la vuelta de la esquina y los años amenazando. Y llegan, para mí, las estrofas cumbre del poema y de la poesía en general, donde sólo llegan los grandes:

Y nuestro niño en su camino a la inversa
Nació en la tumba para llegar a esta cuna.
Volvió a la semilla.
Perdió en el viaje su inteligencia implacable
Y su ferocidad para burlarse de todo y todos.


Todo un lujo de imágenes, metáforas, conceptos retorcidos, la sombra del mejor barroco o la luz de la poesía más última de la experiencia, aunados, superpuestos.
Y para finalizar, ahondando en la idea anterior, dejándonos con el aliento petrificado porque es difícil conjugar tanto concepto denso pero bien trabado, tanta palabra ferozmente virgen:


Nuestro bebé ultrasenecto
Navegó el río feroz de la vida a contracorriente.
Su victoria es ser de nuevo un recién nacido.
Pero esta vez ha llegado al mundo
Es una tierra incógnita que llamamos Alzheimer.


Del inicial dadá, pipí, pupú, guaguá y miau hemos llegado a un puerto sin puerto, a una tierra incógnita en donde el tren no conduce a ninguna parte, el barco va a la deriva, el túnel del tiempo con el tiempo paralizado no da señal alguna de salida, los ojos miran a todas partes para no ver nada ni reconocer a nadie, las manos no cogen, no agarran, no tocan, no acarician, son sólo muñones que mueren de excesiva languidez, los labios nacidos para el beso yacen extraviados en la niebla y la mente, perdidos todos los recuerdos, hilvana ya sólo olvidos y la más absoluta indiferencia a todo cuanto se mueve alrededor. Esa tierra incógnita se llama Azheimer.

Es necesario volver y volver a releer cada verso y cada estrofa para ir sacando más agua y más belleza de este pozo sin fondo que es este poema.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay madre mía Ángel!!!
Pasaba por aquí y me encuentro con esto para re-convencerme aun más de nuestra evidente fragilidad...
bussa bussa amigo. Gloria.

El pastor... dijo...

Por si en manos de Alguien está, y por si algún día me toca, quiero dejarLE hecha esta pregunta: ¿qué mal hice yo, para que con esto me pagues?

Un abrazo cuando aún hay tiempo, quizás mañana sea tarde.

Xoán González dijo...

Gracias, señor timonel, por arribarnos a tierras ignotas... aunque mande capitán -y se quede con el mérito- me descubro ante el marinero, por su oficio y su vocación de "hambre de mar"...

Anónimo dijo...

Impresionante ese regreso hacia la nada...