miércoles, 6 de mayo de 2009

DÍAS DE HOSPITAL




(Crónica, a bote pronto, de seis días, un pelín tontorrones, en el Hospital Río Hortega)

… Y aquí estamos, en el banco de la paciencia, largo como una cuaresma sin fin, a la espera de pruebas que no llegan, en el Hospital Universitario Río Hortega, nuevo y flamante, excepto el monumento de sillas que más se parece a un vertedero municipal que a una escultura digna de tal nombre, con un personal de trato exquisito y cercano y con un alto nivel de profesionalidad, que hago saber a una persona de atención al paciente que me interroga el primer día de estancia, a pesar del descontrol que se advierte en algunos momentos, y que Dios te coja confesado y armado de paciencia si te toca un fin de semana o un puente como más adelante tendremos ocasión de analizar.
Llegué un miércoles con dolores de estómago a las cinco de la tarde y hasta las diez y pico no terminaron de hacerme pruebas, no tantas, pero la lentitud aquí es habitual y parece norma, y como el dolor a veces subía desbocado pecho arriba, había que descartar la temida angina de pecho. Me mandan a planta, como dicen aquí, y como ya pasó la hora de la cena, primera estación dolorosa, a este muerto de hambre, que lleva un día en ayunas, no le pueden ofrecer ni un miserable caldo caliente, me ofrecen leche que no puedo tomar, zumo que tampoco y terminan ofreciéndome una manzanilla y tres galletas con mermelada que me tomo como si del mejor manjar se tratara para aliviar el desfallecimiento.
Por la noche con el suero, los calmantes y los protectores del estómago van desapareciendo todos los dolores. Visita del cardiólogo por la mañana del jueves, que piensa que no debería estar donde estoy, pero que una vez que estoy, no hay más remedio que hacer las pruebas pertinentes y ya me advierte que es mejor quedarse aunque vengan tres días de fiesta, dando a entender que adelantaremos bien poco. Y así es, paso viernes, sábado y domingo más fresco que una lechuga fresca y más sano que en mis mejores tiempos sanos esperando que pasen estos tres días de aciago puente.
Por lo que me da tiempo para leer (qué poco veo leer a los pacientes y familiares), escribir, pasear de la habitación a la sala de estar y de ésta a la habitación, como de oca a oca, recibir visitas, intentar que no haga mella el sinsentido de las cosas sin sentido y analizar algunos aspectos sobresalientes, como las comidas, los médicos, la organización, el mundo y la manzana, de cintura para arriba estupendamente, los encuentros…

Las comidas en un Hospital, aunque parezca mentira, constituyen un acontecimiento, porque rompen la monotonía gris de las horas interminablemente largas, y son tema de conversación: tardan mucho en traer la cena…, con qué nos sorprenderán hoy…, si tuvieran un poco más de sal las comidas…, llega todo a veces demasiado frío…, y cuando llegan las bandejas nadie espera y como bandadas de pájaros aterrizamos dejando que todos nuestros sentidos se posen gozosos sobre los platos y nos disponemos cuanto antes al ataque. Sólo da tiempo a un rápido “si gustan” a los presentes, familiares y amistades, y si hay ganas se come con verdadero placer aunque sea pescado congeladísimo, es decir, estropajoso y sin apenas sabor alguno. No, no se come bien en el hospital, y menos con la modalidad del catering.

Los médicos ya van siendo gente normal y profesionales de la sanidad, amables y cercanos, pero aún quedan restos y residuos de la mala vida pasada en algunos que van de dioses y de superdioses, sobrados de experiencia, sabiduría incontestable y un aire de inconfundible prepotencia demostrada en los andares y en lenguaje arcano y proverbial, inconfundible y abstruso, que se aguanta mal a principios del tercer milenio.

La organización: Esto es lo grave, la falta de una buena organización y una elemental gestión y programación que permite la ausencia de los médicos durante tres días de sus puestos de trabajo. Ya he dicho que ingresé un miércoles y que el jueves se pasó sin más, sólo con la visita rapidilla del cardiólogo, quien ordena que se hagan algunas pruebas para detectar o descartar la dichosa angina de pecho por aquello de que el dolor se sube a veces por las paredes y se sale de madre y de su sitio original: el estómago malherido y maltratado. Y viene el viernes que es fiesta, el sábado, sábado, y el domingo, naturalmente domingo. Y aquí no aparece ni San Pedro. No lo digo por mí, que el dolor desapareció y estoy en perfecto estado de bienestar, como una rosa, sino por mis compañeros pacientes, de paciencia hasta el infinito porque el Hospital sigue sin arder, que durante estos tres días (tres) no recibieron de ningún doctor ni el “buenos días” siquiera, que tanto valor tiene para el enfermo y tantos milagros hace como sostiene nada menos que el sabio y humanista doctor Fuster. ¿Alguien me quiere explicar este sinsentido: que en un centro sanitario, el Hospital Universitario Río Hortega, para más señas, durante tres días, los médicos no aparezcan ni de día ni de noche ni de tarde para ver a sus enfermos? Mucho termómetro, eso sí, sin faltar a la cita, y el control de la tensión, y “majo” por aquí e “hijo” a todas horas, que se agradece, y si se abusa queda empalagoso, pero lo serio-serio, nada de nada. Se requiere urgentemente explicación. Y llegamos al lunes, llega el cardiólogo y me dice que esto de las pruebas pueden durar lo que duren, posiblemente una semana. Hablamos, me explica, me da razones, me parece un buen profesional, un hombre cercano, harto de luchar en vano y después de 36 años de entrega a la profesión está deseando jubilarse. Y hasta se molesta en ir a ver en qué lugar de la lista estoy para la primera puerta, venir a contármelo y alegrarse de que estoy de los primeros. Algo es algo. Pero pasa el lunes y seguimos esperando las dichosas pruebas que no llegan, y uno se pregunta: ¿y así hasta cuándo? Pero el martes, aparece, oh milagro celestial, el cardiólogo que, ante mi insistencia, de querer y necesitar salir de allí me asegura que durante el día se me harán las pruebas y acaso me dé el alta. No le creo, pero espero. Y me llaman, y me ven, y me hacen la ecografía y realizo la prueba de esfuerzo y dan negativo y me dan el alta y me voy más contento que unas Pascuas a casa a deshacer el Síndrome de Hospital que te queda y disfrutar una vez más y constatar que como en casa en ninguna parte.

El mundo y la manzana hace referencia al mundo chiquito del enfermo, qué digo una manzana, una lenteja, pero esta vez era una manzana o una pera. Ya he dejado dicho que estuve seis días (seis), es decir, muchos días, ingresado, pues bien, desde el primer día quedó meridianamente claro lo que podía comer y lo que no era conveniente ni probarlo: leche, por ejemplo, y naranjas, y erre que erre, los primeros días seguían ofreciéndome lecho y colacao y zumos, a lo que yo respondía, que no, que mejor algo de fruta, para que la mañana fuera más liviana y el estómago resistiera no sólo con la manzanilla y dos tostaditas (dos) de pan con mermelada. Porque yo no estaba enfermo aunque siguiera en el Hospital. No hubo manera, pasarían seis o siete mujeres distintas a las que les rogaba que en lugar de leche o zumos sólo quería una manzana o una pera y créanme, por favor, no hubo manera. Me vine a casa sin probar la pera o la manzana deseadas. Gracias a mi santa que me llevó unas peras excelentes que guardaba en mi despensa particular. Pues eso, que me da vergüenza relatarlo porque tu mundo de sentimientos e intereses con el hambre que hay fuera y la crisis tremenda y la problemática mundial al acecho de tantos y tantos, tu territorio particular se reduzca a estar pendientemente reivindicando una manzana como si no existieran más problemas en el ancho mundo. ¡Hasta dónde puede llegar tu yo minúsculo con sus adentros encendidos!

“De cintura para arriba estupendamente, lo tuyo es problema de más abajo”, me dijo el doctor sonriendo al despedirse, (gracias doctor Carrasco, por todo y hasta por su sentido del humor) y me hizo polvo, es broma, pero si dejo pensar al macho ibérico que todo macho lleva encima sí que me destroza, menos mal que corre por mis venas en sus rincones más recónditos un lado femenino y se ríe como ellas de esas preocupaciones y miserias tontas y ufanas.

Los encuentros que siempre son sabrosos, porque te encuentras a una prima que hacía mucho que nada sabías de ella, y lo celebras, o a aquellos vecinos estupendos que se portaron formidablemente bien dando valor y buen sentido al vivir entre vecinos, o al compañero de habitación que te permite conocerle a él y a toda su familia, y sobre todo a tus familiares que siempre están ahí y a los amigos que no te fallan y están pendientes con sus llamadas y su presencia, gracias.

Y dos consejos a mis queridos colegas: que no se olviden de dar las gracias constantemente a quienes pasan a su lado, día y noche, prestando unos servicios, que no se pagan con dinero y que reivindiquen todo aquello que vean, que puede y debe ser mejorable, para que cuantos nos sigan se encuentren con unos servicios sanitarios de mucha mejor calidad en todos lo sentidos. Y que desde ya no se permitan puentes y fines de semana como he dejado arriba plasmado. Porque es un enorme sinsentido e injusto en una sanidad de calidad digna y a la altura de los tiempos.

3 comentarios:

Gloria Rivas Muriel dijo...

Vaya odisea!!!!
Querido Ulises, lo que más me ha dolido ha sido que no te dieran una simple manzana.
Que no vuelva a pasar, pero si así fuera allí estaré yo con el manzano de mi huerto.
Y que no se atreva a impedírmelo ni el consejero de sanidad!!!
Bussa bussa, Gloria Rivas.

Anónimo dijo...

¡Pues que me alegro de que ya estés en casa con tu "santa"!
Que te cuides; "que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo" para que ni nuestra "sanidad" pueda con tu buen ánimo y tus ganas de vivir.
Que te mejores. (jubilación viene de júbilo)

Susan dijo...

Querido amigo Es una delicia leerte, hasta cuando relatas una experiencia desagradable (pero que descrita por tu pluma hasta parece más humana). Y es que no hay crítico más fiable y convincente que aquel que sabe rescatar también de todo su lado positivo. Lamento lo ocurrido, pero cuánto me alegra no obstante que solo se quedara en eso, y que puedas ahora disfrutar al 100% de tu hogar, tu familia, tus amigos y puedas seguir relatándonos a todos tantas cosas importantes! Un gran abrazo!