lunes, 24 de noviembre de 2008

SER MAYOR, ¿UN PROBLEMA O UNA OPORTUNIDAD?


Si queremos ser fieles a lo más real, y reflejarlo así, en contra de lo que hemos podido pensar unos y otros, de una o de otra forma, en el momento actual los mayores pueden constituir un problema, pero también una oportunidad, digo en el momento actual que es el que nos importa, y si lo cuidamos estaremos favoreciendo al mismo tiempo un futuro mejor, que también nos debe ir la vida en ello.
Es problema tener la pensión que muchos mayores tienen y no poder ni soñar con una residencia a la que estarían obligados a ir si de una vida digna hablamos y con las mejores condiciones para vivir la última etapa de su existencia.
Es problema ir cumpliendo años con un deterioro cada vez mayor, un sin fin de enfermedades y una esperanza de vida nada halagüeña.
Es problema verse solo, sin familia, sin amigos, sin apenas nadie con quien poder desahogarse, charlar y sentir la mano cálida de quien te ve, te escucha y te quiere, o si se tiene familia, como si no se tuviese, porque se dan casos de prácticamente abandono.
Es problema ser mayor y vivir los días y las noches sin ilusión, sin apenas esperanza y sin aliciente alguno, solamente vegetando, viendo a los demás vivir y cómo pasa la vida, ya desde fuera, sin encontrarle sentido a nada.
Es problema cuando tú mismo puedes encontrarte en situaciones de este estilo y dices que tus problemas son serios problemas.
¿Cómo negarlo y decir alegremente desde nuestras atalayas lejanas y estudios maravillosamente diseñados, trabajados y concluidos tras el aval de muchos análisis rigurosos y datos científicos al por mayor?
Está claro, en muchas ocasiones hemos hablado de pérdidas al ir envejeciendo, pero también de ganancias.
Y no seríamos ni justos, ni veraces, si al mismo tiempo no sostenemos y declaramos que ser mayor constituye una oportunidad. Muchos sociólogos, psicólogos y gerontólogos reflejan en sus estudios este hecho y defienden esta segunda verdad, que contrasta con la ceguera de muchas empresas de mandar a la prejubilación a hombres y mujeres de cincuenta y pocos años y hasta en estos días se ha hablado de los 48, ¡es posible imaginar mayor disparate!
A partir de los sesenta y más se han cumplido años, se ha llegado alto, se está tocando la cima de la madurez y hasta de la plenitud, se dispone de una riqueza social abundante, se cuenta con ilusiones, sueños, algunos proyectos entre manos, buenas expectativas y satisfacción de los momentos vividos y motivación suficiente para adueñarse del futuro más próximo y hacerlo al compás de los mejores deseos.
Los mayores son en sí riqueza social, pero a la vez pueden general riqueza.
Son riqueza social por sus conocimientos: hay muchos que entrados muy en los ochenta y en los noventa dicen tener la mente como cuando eran jóvenes, ¡y qué mente! y no está en creerlo o no creerlo, lo demuestran; por su larga, densa y contrastada experiencia, ricos en años decía un sabio profesor; por su madurez tan bienvenida en tiempos necesitados en los que la banalidad, la frivolidad y la inmadurez parece como si lo llenaran todo; por sus virtudes y valores que tanto escasean por estos pagos: austeridad, ir a lo esencial, prudencia, templanza y verlas venir por decir algunas pocas más sobresalientes.
Generan riqueza porque viajan como nunca lo había hecho y además de mover el esqueleto mueven los bolsillos, tienen más tiempo que nunca para leer y compran más libros que nunca habían comprado, algunos hasta se regalan el coche que habían ansiado siempre y ha sido el momento y si disponen de dinero lo reparten en vida a los nietos y tras la muerte a los hijos.
¿Problema, oportunidad? Habría que concluir con el tantas veces sabio dicho gallego “depende”: muchas veces problema y serio y no pocas veces oportunidad. El reto de una sociedad que ha apostado por un Estado de Bienestar es que para la inmensa mayoría el envejecimiento constituya una oportunidad.

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