“Uno solo tiene aquello que da” es un verso de un villancico “DON DIN, DIN DAN” de Agustín García Calvo que compuso y cantó Chicho Sánchez Ferlosio. “A contratiempo” se titulo el disco en el que se incluye esta canción villancico.
Vuelvo sobre este verso porque da mucho de sí, y no se le puede despachar a la primera de cambio.
Es una frase que va abiertamente al corazón, en contra de la corriente, ni nos educaron así ni seguimos aprendiendo motivados por esa manera de decir y pensar. Si lo damos nos quedamos sin ello y si no hacemos más que dar nos quedamos en los huesos, es decir sin nada. Ahí está. No hay más.
¿No hay más?
Vayamos al fondo de la cuestión a donde es necesario ir. Si nos consideramos a la manera de silos, paneras, contenedores, almacenes, paraísos fiscales... está claro que tenemos lo que almacenamos, atrapamos y más si aseguramos bien el contenido, nuestra pasta bien contada, pesada y medida al milímetro. Otra cosa es si nos consideramos por encima de la mirada, concentrada en nuestro ombligo, y hablamos de valores y virtudes que nos conducen a la solidaridad, generosidad, altruismo, elemental sensibilidad ante medio mundo que pasa hambre y la misma fuerza en su esencia de la acción de dar, entregar, darse y entregarse. Y es cuando se puede entender perfectamente que uno solo tiene aquello que da porque lo que da, y el hecho mismo de dar pesa infinitamente más que lo dado, puramente materia presta para ir directamente a los silos, las paneras, las contenedores, los almacenes, los paraísos fiscales, poco más que forraje, elementos que jamás podrán ponerse a la altura de las virtudes y valores que enumerábamos. ¿O es que se quedaron sin nada cuando lo dieron todo: Jesús de Nazaret, Francisco de Asís, Gandhi, José Mugica y muchos más de esa estirpe? Tuvieron lo que dieron y muncho más.
Quince o veintes años antes de morirse repartieron la herencia a sus seis hijos ante notario y se la dieron con escritura notarial, por lo tanto, ajustándose a la legalidad más estricta, desde una confianza absoluta a sus hijos y la satisfacción de entregar su patrimonio. Y en verdad, solo tenían aquello que daban. Les conocí bien, eran mis padres. Y estaban orgullosos de haber hecho lo que hicieron sin que nadie se lo aconsejara y sin alarde alguno, simplemente nos querían, pero hasta el fondo. Habrá que ir aprendiendo.
Nos queda lo que damos haciendo nido y fuente, algo que da calor y hace nacer los ríos de la abundancia graciosamente regalada, y hace brotar la alegría de los humanos cuando crece en sus vida el amor más absoluto, la hermandad más acendrada, la solidaridad como ternura de los pueblos y sus gentes. Si es cierto que al atardecer de la vida nos examinarán de amor, tiene todo esto algo que ver con lo dicho. Y en cualquier caso es uno el que se examina a sí mismo. Nada que ver con el acopio en nuestros bolsillos alargados sin fin producto de las malas artes, en muchos casos, y en casi todos valorar más el vil metal que la sana virtud del desprendimiento y miras más altas. Hay mucho valor sustantivo en las paradojas, como esta que me parece ejemplar. Las aparentes paradojas suelen esconder una profunda verdad, como esta. O como esta que pone el Dic. de la RAE como ejemplo: “Mira al avaro, en sus riquezas, pobre”. No tiene nada porque nada da. Y por eso mismo es el más pobre. Pues eso.
https://youtu.be/BUiVcjDngJI?si=CQXdxk9kmLL3tZrZ Las Tres Grandes - Yo Vengo a Ofrecer Mi Corazón (Primera Fila [En Vivo]) Eugenia León, Guadalupe Pineda y Tania Libertad
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