domingo, 28 de febrero de 2021

LO DIFICIL DE HACER DOS COSAS A LA VEZ

 


Lo he dicho alguna vez, desde que las mujeres nos dicen que los hombres somos incapaces de hacer dos cosas al mismo tiempo, he visto que tienen razón, pero esta vez, y que no sirva de precedente, me voy a meter con vosotras para deciros que vosotras, perdón, tampoco, al menos en algunas disciplinas. Leer y escribir, por ejemplo, totalmente concentrados, es imposible compaginarlo con escuchar música sin perder el hilo y la profundidad de los sonidos, la distinción de los instrumentos, el silencio sonoro de los silencios bien acoplados. A mí me pasa, bien es verdad que tengo facilidad para concentrarme, lo que les obliga a mi gente darme más de una voz, y cuando estoy escribiendo con música de fondo, es inútil, me olvido del todo de la música, y si quiero escucharla de verdad tengo que detenerme y volver a que empiece la melodía. Haced la prueba, por favor.
Pero yo quería hablar de otra cosa o quizá no de otra, sino de lo mismo. Los expertos, entrenadores de la mente, suelen indicar actividades sencillas para practicar con frecuencia. Una de las cuales es escuchar música con los ojos cerrados, mientras se presta atención a los instrumentos, la voz, el ritmo, los silencios... Porque se trata de oxigenar la mente, mantener en forma la materia gris y tener un cerebro activo, así como tomar conciencia de la importancia del entrenamiento para recuperar energía mental y reforzar nuestras habilidades cognitivas. Todos ellos han estudiado multitud de ejercicios, alertándonos, a su vez, que ellos son muy distintos de hacer sudokus o sopas de letras, que van directamente a las áreas del cerebro sanas y activas, porque de lo que se trata en este sentido es forzar la maquinaria y poner en movimiento las áreas no activas, que están cómodamente sesteando, tratando así de buscar nuevos desafíos. Y un desafío es concentrarse en una sola cosa para llegar al fondo de ella y no quedarse en la pura superficialidad, como cuando en El Corte Inglés nos ponen música ratonera, y aunque no lo sea, se convierte en ratonera, es igual, tu vas pendiente de las escaleras y no romperte la crisma, del precio de las camisas, y encontrarte con alguna buena oferta, si es época de rebajas. ¿Dónde estará la música a todo esto? Desapareció, no te molestes, aunque sigan los violines chirriando. Y en esto que mientras esto escribía tenía puesto las “Variaciones Goldberg” de Bach, lo que es un delito no dedicarles los cinco sentidos, así que he tenido que parar la escritura, porque no hay forma: lo uno o lo otro. Y me he ido a lo otro: Las Variaciones. Hay que resistir, cuando estabas arrullándote, a los tres minutos saltan las notas y te despiertan y ponen el oído y la mente en punta, en perfecto movimiento de juego, baile de notas y dinamismo en tus más adentros y fluye la música en todo su esplendor. Después lo hice igual con la Rhapsody Nr. 2 Franz Liszt, interpretada por la pianista Khatia Buniatishvili, y lo mismo.
Otros ejercicios hablan de hacer todo, de vez en cuando, con la mano, que generalmente no utilizamos. O leer en voz alta, con lo que se abren nuevas rutas neuronales. O trabajar con los olores y los sabores, vendándonos los ojos y concentrándonos al máximo en lo que estamos oliendo o saboreando. Y más y más y más. Y ya sabes un tiempo para cada cosa, y tratándose de Bach y Liszt, ya sabes que es un pecado, que no tiene perdón, no escucharlos como se merecen: con todos los sentidos.
https://youtu.be/2OBqzHfcWaE Khatia Buniatishvili Liszt Hungarian Rhapsody No 2. Hay que escucharla entera, 9 minutos, solo escuchándola, si no, no vale. La melodía, sublime, y las manos, prodigiosas. Mira cómo cierra los ojos y lo ve todo y lo toca todo y lo acaricia todo a velocidad de vértigo. Solo toca el piano. Fascinante.

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