"¡Olvida la muerte y busca la vida!" son las palabras de ánimo del joven rey, Gilgamesh, que se leen en el poema épico más antiguo del mundo. La historia tiene su origen en Mesopotamia, "la cuna de la civilización", una zona de la antigüedad situada en el Oriente Próximo que corresponde aproximadamente a los países modernos de Irak y Kuwait, y partes de Siria, Irán y Turquía.
A mí solo me ha llegado esta frase, pero me basta. Parémonos aquí y hagamos fuego alrededor de ella, dicha hace 4.000 años, nada más, para que nos caliente y nos anime a continuar el camino que vamos trazando no sin pocos sobresaltos.
Olvida la muerte y todos sus aledaños que se han ido adhiriendo a la piel intentando desligarte del único precepto ineludible que nos une a lo más hermoso y del mayor de los intereses posibles. Además de que en la muerte no encontramos, por más vueltas que le demos, más que soledad y frío, vacío y angustia, nada buenos compañeros de viaje. Busca la vida, por el contrario. La diosa Siduri le sugiere a Gilgamesh que no se centre tanto en prolongar la vida, como disfrutar de los pequeños placeres que esta nos ofrece, y que resume en estos tres: la compañía de los seres queridos, la buena comida y la ropa limpia. Así de sencillo y de simple, y nosotros, que quizá por ser más complejos, por lo menos por el peso de la historia, nos contemplan 4.000 años desde entonces, estamos capacitados para, subrayando los mismos dones, añadir aquellos que más de dentro nos salen y nos llaman más la atención. ¿Quién no tiene una larga lista, siempre a punto? Me pondré a ello, sabiendo que siempre será la mía, similar a la tuya, pero no idéntica, que en la variedad está la mayor de las riquezas y un acicate para la tolerancia.
Está bien comenzar por lo más próximo: los seres queridos, los de casa, pero también, cómo dejarlos fuera, a todos los amigos, en su mayor parte, en mi caso, amigas, que hemos ido haciendo y nos han hecho un poco a su imagen y semejanza, con los que estar agradecidos hasta la muerte.
Está bien añadir los placeres de la mesa, cómo no, sin dejar todos los regalos que nos llegan a través de los sentidos. Siempre que aterrizamos en clase de escritura creativa y damos paso a los sentidos: no falla el mar, el atardecer, la salida del sol, la contemplación de la naturaleza en su esplendor, un jardín, una viña, el bosque, el río, la montaña, una comida en familia o entre amigos, el rincón predilecto de tu pueblo o de tu ciudad.
Es hermoso y bello ver a un caballero bien vestido y limpio, claro, y no digamos, en general, ver cómo las mujeres se ponen cuando salen a la calle, simplemente, o se van de fiesta. Los ojos se van sin esfuerzo alguno y lo celebran, porque saben que es, mirándolas y admirándolas, celebrar de la mejor forma la vida.
Pero, qué decir de los placeres llamados del espíritu o de lo más hondo del ser humano..., la lista sería interminable. Leer, escribir, charlar, escuchar, oír música, cantar, bailar, y si ya no puedes, ver bailar, cerrando los ojos y dejar que la memoria trabaje, jugar, pasear sin apenas pensar, dejando que los sentidos actúen como nos enseñó Pessoa, viajar, contemplar cómo pasa a nuestro lado lo mejor de la vida y dispuestos a disfrutarla y compartirla, naturalmente.
Y teniendo buen corazón y el alma a flor de piel: cómo no dar paso e importancia al cuidado de alguien, siempre hay alguien peor que nosotros, más débil, más necesitado, más frágil..., como tener bien encendida la candela que llevamos dentro para que nos de luz y no nos rompamos la crisma, pero igualmente no se la rompan los demás. La vida es eso y mucho más, infinitamente más, y por fortuna más apetecible que la muerte ¿No crees?
... De regalo musical, cuatro pianos que levantan de la silla: https://youtu.be/Di2k06uNU1U
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