martes, 1 de septiembre de 2015

DINOSAURIOS, NO, POR FAVOR



Hace días comencé a leer un artículo del poeta y escritor gallego Manuel Rivas y al leer la primera frase me detuve para seguir por mi cuenta. Esta era la frase:
“Hay gente con la que hablas un minuto y retrocedes un siglo. Y si te despistas en la conversación, en cinco minutos, estás en plena Contrarreforma y montando autos de fe a todo lo que se mueva”.
No me digas que no es clarividente y que no te pone alas para seguir por tu cuenta y riesgo, porque no me lo creo. Sucede con harta frecuencia, no necesitamos más que un leve empujón, que nos abran solo unos milímetros a una de las muchas ventanas que duermen plácidamente en los desvanes para que emprendamos largas caminatas a nuestro aire y firme albedrío.
Siempre pensé que con la forma de dar la mano, desear los buenos días, la manera de mirar, etc. etc. nos estamos desnudando y aun sin querer ni pretenderlo estamos manifestando quiénes somos, de qué pie cojeamos, cuáles son nuestros mitos, nuestras señas de identidad, los valores que nos sustentan o que nos arruinan la vida. Así que no digamos si hablamos con alguien un solo minuto, porque ese poquito tiempo es más que suficiente para entender qué caminos son sus preferidos y hacia qué fuentes va con frecuencia a beber y apagar su sed o encender su rabia y el fuego interior que de suyo ya lo devora.
A Manuel Rivas la frase le lleva pensar que cuando algunos hablan de orgullo, honor y valentía, al referirse a espectáculos taurinos, mejor deberían decir: vergüenza, degradación y abuso y otros temas de interés como el de que la sociedad va por delante del Gobierno. “España es más cooperativa y solidaria de lo que nos quieren hacer creer”, escribe.
Pero no me interesaba tanto lo que el escritor comenta, sino hacia donde nos pueden llevar sus primeras palabras. Y quedarte enormemente sorprendido de que gente que vive como tú en el hoy más palpitante, utilizando satisfecho todos los cachivaches de última hora, se vaya con tanta facilidad allá donde no tenemos vela ninguna en aquellos entierros que quedaron tan atrás, haciendo el mismo sinsentido del que intenta recoger la leche derramada llorando a lágrima viva. La leche no vuelve al vaso, ni por fortuna la Contrarreforma, la Inquisición, lo más sombrío de la Edad Media, y no digamos el Pleistoceno en donde algunos, parece ser, que serían muy felices, ay. “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”, según el microrrelato de Monterroso.
Amigo mío, habría que decirles a muchos: pon el reloj en hora, es triste llevar diez o más siglos de retraso, el ayer no vuelve, y es mejor que no lo haga, tú mismo te asustarías y no cambiarías todo lo que tienes hoy por una porción mínima del ayer que magnificas con tanta nostalgia. Mira a tus hijos, a tus nietos, a los hijos de tus hijos y atisba cómo serán los nietos de tus nietos y sobre todo atiende a lo que dicen los más sabios y personas lúcidas actuales, algunos muchos más viejos que tú, y que en lugar de mirar hacia atrás no hacen otra cosa que soñar en mundos nuevos y mejores y arrimar el hombro para que así sean.
¿Qué haríamos con los dinosaurios a la puerta de casa, la espada del Cid, los ardores de los Cruzados, los delirios de los conquistadores y tantos y tantos salvadores que nos han querido salvar de no se sabe qué ni nos importa?

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