miércoles, 17 de junio de 2015

PARAÍSO INHABITADO de Ana María Matute





Después de leer El palacio azul de los coroneles belgas y El balcón en invierno, que me parecieron dos magníficas novelas, en torno a la infancia y la adolescencia, he leído Paraíso inhabitado de Ana María Matute, sobre el mismo tema, que me ha parecido asombrosa. Es una escritura la de esta mujer que se te mete en la piel como aire fresco de forma asombrosa y dulce, como pañuelo de seda, como adagio que se desliza oído abajo... las palabras se me quedan pobres. Tenía abandonada a esta escritora y al volver a ella he descubierto un estilo tan personal y único que se agradece, y sin ambages debo decir que estamos ante una obra maestra, es puro deleite y delicia su lectura.  Hace días leí unos párrafos, casi siempre extraños de escritor a escritor, quizá no tanto por lo que se ve cuando se trata de escritoras, de Almudena Grandes ante la obra de Ana María Matute que hago míos:
“Ana fue, desde el principio, una novelista descomunal, monumental, excepcional en más de un sentido. Era, además, una mujer tan inteligente que fue capaz de encontrar un camino propio, desbrozando a base de fuerza, y de talento, el campo de ortigas espinosas donde le tocó escribir... Lo consiguió gracias a sus personajes, esas protagonistas memorables en las que la inocencia propia y la perversidad ajena integran una admirable metáfora de la vida cotidiana en la guerra y la posguerra de España. Ignorantes pero nunca estúpidas, desvalidas pero nunca patéticas, desarmadas pero nunca cobardes, sensibles pero nunca ñoñas, femeninas pero nunca empachosas, más valiosas en sus dudas que en sus certezas, y conmovedoras en la implacable voluntad de imponerse a la desolación que las rodea”.
Ésta es Ana María Matute que nos dejó hace unos meses tras haber recibido todos los premios más importantes de la literatura española. Los mereció todos.
Paraíso inhabitado es la historia bellísima, poética y luminosa de unos personajes que se van adentrando con fuerza y suavidad extrema al tiempo, como se irrumpe un largo poema o el paisaje de un río de montaña, pero sobe todo es la historia de Adri, un relato de iniciación de una niña en su paso de la infancia a la adolescencia o del paraíso de ensueño y de magia desbordante y creadora al mundo de los adultos –en la novela los llamados Gigantes- o lo que dicho de otra manera al Paraíso inhabitado porque el edén murió al dejar los años de la niñez. Y todo ello con una escritura pulcra, altamente poética, con frases deslumbrantes por su belleza y unos personajes estudiados con una mirada psicológica fantástica y atinada. Adri, una niña difícil para algunos mayores cuando miran desde las alturas, fácil para quien camina a su lado, crítica, imaginativa, dulce, desobediente y dócil, de la que te enamoras sin querer, como su amigo inseparable, Gabi, de juegos y aventuras y con quien te alías con facilidad como lo hace su Tata María y la cocinera Isabel, quien mejor la entienda o su espléndida tía Eduarda, pero que se da de bruces al reconocer un paraíso adulto inhabitado y lo vive desarmada y desengañada con profundo dolor. “En buena medida, escribe el crítico Santos Sanz Villanueva, Matute ha escrito una autobiografía imaginaria, síntesis de sus ideas y de su obra, que vale como el testamento literario que lega alguien curtida en experiencias... Esta novela cálida y triste viene a ser el compendio de una autora empeñada en reafirmar su rebeldía a una edad avanzada y que vuelve a dejarnos un mensaje pesimista sobre la vida con su modo de contar no pretencioso ni envarado al tiempo que profundo y serio”. No en vano está escrita cuando Ana María Matute había pasado los ochenta y nos demuestra, una vez más, que la lucidez y la creatividad no está reñida con la edad. “Matute eleva el idioma castellano a la categoría de magia, a la pureza más absoluta del lenguaje sin tacha, a la metáfora más clara, a la alusión más evidente, llena de poesía cada una de las frases del libro, envía un mensaje desde otro lugar; desde otra perspectiva, desde otro mundo, un mensaje de amor, pero también de muerte, un mensaje de amparo pero también de soledad al final, y a la vez un mensaje de esperanza en ese ” siempre te esperaré”, aunque los unicornios, como le dice su familiar cuando se van las dos, “no vuelven”. Alena Collar. Eso mismo quería apuntar yo.
Lo dicho, una obra maestra y deliciosa, aunque los Unicornios nunca vuelvan.

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