Monólogo de un subsahariano:Esta vez le hice caso a mi padre. Me dijo que la travesía era larga y
que el número de accidentes mortales solía ser, con frecuencia, elevado.
Por lo que sería bueno, siendo prevenidos, llevar de maleta el ataúd. Y
nos pusimos manos a la obra a hacerlo durante el último mes que estuve
en casa. Mi madre se asomaba, pero no resistía la mirada, se volvía
hacia dentro con lágrimas en los ojos y murmuraba: ¿Por qué? ¿Por qué?
Mi padre no decía nada y hundía la cabeza en las tablas. Sólo el día de
la despedida me abrazó más fuerte que nunca y me dijo sin llorar: Sé
fuerte, ojalá no tengas que utilizar esta barca de muerte, encuentres un
buen trabajo y logres formar una gran familia. Eso me dijo.
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